Festival L’Alternativa 2013
Diversidad cinematográfica en tiempos de Montoro(s)
1. De austeridades y galardones: Das merkwürdige Kätzchen, Museum Hours
En la presentación ante el público de su filme A batalha de Tabatô (La batalla de Tabatô), João Viana definió L’Alternativa (Festival de Cinema Independent de Barcelona) como “el festival más cool del mundo”. La afirmación es un piropo difícil de objetivar. Pero sí resulta especial este certamen que, sin hacer concesiones en cuanto al rigor de su selección, consigue que sus proyecciones sean frecuentadas tanto por profesionales como por públicos considerablemente jóvenes. En la edición de 2013 ha sobrevolado, al menos entre los conocedores, un cierto talante reivindicativo y un cierto miedo. Dado el actual marco de austeridades presupuestarias asimétricas, se intuye el peligro de que esta vigésima edición puede ser la última. “No son los años, son los kilómetros”, decía Indiana Jones, y aquí el problema tampoco es el tiempo transcurrido, sino el metal vil y los viles recortes. Tras acumular un descenso presupuestario insostenible (superior al 50 por ciento en tres años), la organización rumia sobre la continuidad del proyecto.
Desde 2011, los habituales han podido intuir en el día a día del festival algunos efectos de los tijeretazos. Este año hubiesen sido más evidentes sin la colaboración del Instituto Francés y del Instituto Goethe en el ciclo “20 años de L’Alternativa”, que copó la mayor parte de la programación paralela. La ausencia de las habituales retrospectivas en clave autoral o nacional (con la excepción de “Panorama”, dedicada a propuestas españolas) venía compensada por esta llamativa selección que incluía títulos de Bresson, Garrel o Herzog, entre otros. En “L’Alternativa Oficiales”, en cambio, no se apreciaban vestigios visibles de precariedad. Un logro más que meritorio: la programación de once largometrajes resultaba no solo interesante, sino cuantitativamente generosa en comparación con citas anteriores. Aún hay quienes, en aras del trabajo bien hecho, intentan invisibilizar la herida de la infrafinanciación.
Llegado el momento del palmarés, Das merkwürdige Kätzchen (El extraño gatito) fue considerado el mejor largo. Su director, Ramon Zürcher, ofrece una mirada más sugeridora que asertiva al mundo familiar, postulándose como un nombre a recordar mediante esta especie de Sitcom en clave cerebral. El filme destaca por la importancia otorgada a los sonidos: se convierten en causa y efecto, en detonante y modo de expresión, de la exasperación cotidiana de una madre con problemas de ira contenida. La obra es coral y está presidida por un cierto humor negro con espacios para lo escatológico o lo chocante. De brevedad exquisita, transmite exactitud y control mediante su misma concepción (con algo de estructuralista) y también mediante el montaje.
Museum Hours, vencedora del Premio Especial del Jurado, desprende todavía mucha más mesura. En buena medida, esto se debe a la personalidad de su protagonista masculino, un vigilante de museo que traba amistad con una visitante desnortada. Ella ha viajado a Austria para visitar a una familiar en coma; su gesto tiene algo de fútil, y el realizador Jem Cohen no elude este absurdo. La película muestra soledades urbanas matizadas por el goce de las artes plásticas, usando la premisa narrativa como un hilo mediante el cual tejer una sucesión de contemplaciones y reflexiones. El resultado es distante como los personajes que moran la ficción. Con todo, su autor consigue integrar material dramático y crítica de arte con un estimulante culturalismo de rostro humano. Y lo enriquece con bellos pillow shots.
2. Posibilismos, minimalismos: Bellas mariposas, Miraggio all’italiana, 36
L’Alternativa siempre propone alguna obra que, sin desentonar con las líneas maestras del festival, parece especialmente apta para ser difundida en los circuitos comerciales. En esta ocasión, la candidata principal podría ser Bellas mariposas. El tercer largo de Salvatore Mereu transita territorios conocidos: es una historia estival de iniciación a la vida adulta, en clave mediterránea y con tonos agridulces. El cineasta incorpora mucho humor y poca comedia a este relato de asfixias sociales vividas con demasiada resignación, de miseria cotidiana dulcificada mediante el goce de placeres sencillos. La apertura a espacios abiertos sirve de contrapunto a los estrechos espacios interiores de un barrio degrado de Calgari (Cerdeña), favoreciendo que la narración oscile entre el agobio y la liberación. Eso sí, con una constante: raramente desaparece del cuadro una cierta atmósfera de sexualidad violentamente machista, con motoristas acosadores o desconocidos que pagan a niñas para que les practiquen una felación.
La también italiana Alessandra Celesia dribló la sombra de la protesta social con Miraggio all’italiana (Un espejismo italiano). La sinopsis hacía presagiar una crítica a quienes recetan exilios laborales distantes a cualquier trabajador en paro, cimentada en la extravagante contratación de turineses para trabajar en la industria pesquera de Alaska. Pero su directora aparca la denuncia y observa a personajes heridos que desean huir. Entre este grupo de desplazados apenas se halla desesperación económica y predominan las escapadas vitales: de un homosexual y una antigua toxicómana rechazados por su familia, de un padre que huye del recuerdo de su hijo muerto… Sobriamente cálida, íntima sin multiplicar los subrayados dramáticos, Celesia propone una pieza que juega al paradocumentalismo sin dinamitar las convenciones de narrativas más comerciales. Aún así, su morosidad y su final abierto provocaron algún murmullo de frustración entre los asistentes. Y es que la lengua franca de Hollywood también subyuga a espectadores de L’Alternativa.
36 ofreció una ración de minimalismo asiático con aspecto pactista, cuya misma esbeltez (36 escenas breves que, juntas, apenas superan la hora de duración) lo convierte en un caramelo especialmente accesible. Una buscadora de localizaciones descubre el amor para perderlo doblemente, primero al romper la relación, posteriormente al dañarse el disco duro donde guardaba las fotografías que la inmortalizaban. Se puede mencionar a un referente como Hong Sang-soo, pero las bellas miniaturas del tailandés Thamrongrattanaritt se antojan más explícitamente emotivas, para bien o para mal. Y dirigen al público hacia lo nostálgico mediante un tema musical recurrente.
3. Imágenes de lo real: Leviathan, Tzvetanka, Partes de una familia, Fóra
Las propuestas nítidamente documentales de L’Alternativa 2013 planteaban, como no podía ser de otra manera, diferentes relaciones con la imagen. Contrastando con un cierto predominio de lo funcional, Leviathan pareció plenamente orientada a la creación de imágenes plásticas e inmersivas. Sus directores siguen la actividad de un gran barco pesquero. Mediante secuencias relativamente extensas, retratan la monotonía y dureza de la vida diaria en la embarcación. Pero en la pantalla acaban imponiéndose los colores de masas informes de pescado y marisco, o las bandadas de gaviotas a la búsqueda de alimento. La naturaleza, captada por pequeñas cámaras digitales, apabulla. Y, por el camino, es probable que más de un espectador se replantee sus hábitos de alimentación. Porque Leviathan tiene algo de La sangre de las bestias en versión marítima.
Más modestas en su despliegue visual, Tzvetanka y Partes de una familia son obras donde lo principal es la transmisión oral de experiencias. Los autores de ambas coinciden, además, en escrutar su propia historia familiar. Tzvetanka incluye algún pasaje semionírico y alguna bella animación, pero Partes de una familia se centra en el retrato sobrio de lo testimonial. Y es mucho más impúdica: como la reciente Cuchillo de palo de Renate Costa, escarba para que afloren resentimientos, incomprensiones y secretos. En este caso, los del matrimonio formado por los padres del realizador. Gutiérrez fija en el tiempo una tardía liberación femenina, la de una mujer que decide autogobernarse cuando su marido está a punto de celebrar el octogésimo aniversario. Durante el metraje resultante se puede comprobar que, efectivamente, los ricos también lloran. Y, también, que son escasamente empáticos respecto al trauma que representa una mastectomía.
El visionado de Tzvetanka resulta más cómodo: el relato contenidamente dramático de una médica retirada tiende a mirar al contexto social y político. Los vividos estudios sobre prostitución realizados por el marido muerto, por ejemplo, no resultan un agravio sino una nota cómica. En buena medida, la ira elude el núcleo familiar para dirigirse al gobierno comunista búlgaro que la alejó de sus padres (convictos en campos de adoctrinamiento) y de las propiedades de estos. Youlian Tabakov no se limita a difundir una intrahistoria con voz de mujer: su ilustración de esta quiere, y posiblemente puede, generar estados de ánimo en más de un espectador. Aunque tenga que recurrir a refuerzos musicales como Arvo Pärt y su Für Alina.
Para acabar con el apartado documental, Fóra (Fuera) explora el pasado convulso de un hospital psiquiátrico gallego. El enclave ha sido balneario mental de lujo, psicocárcel dantesca, escenario de experimentos de humanización del paciente y, por supuesto, altar sacrificial de asalariados para la causa de la austeridad presupuestaria. Entre testimonios e imágenes de archivo, Pablo Cayuela y Xan Gómez Viñas comparten con el espectador la cartografía de su investigación mediante plafones con recortes de periódicos, fotos y notas manuscritas. Esta manera de mostrar remite a los usos museísticos, pero también al elogio del artesano o del reporterismo predigital. Con sus amagos de discurso antipsiquiátrico, el resultado deja un regusto a años setenta, a tardofranquismo y a primera Transición, a deseo de protesta y de agitación social. Probablemente fue la película más política de la sección oficial.
4. Bonus: A Batalha de Tabatô, It’s Such a Beautiful Day
Una de las propuestas más peculiares de esta edición fue A Batalha de Tabatô (La batalla de Tabatô), el primer largometraje de João Viana. Si bien el realizador había trabajado con Monteiro y De Oliveira, quizá sea más revelador para el lector que evoquemos a Weerasethakul. Con muchas diferencias en la ejecución, por supuesto, pero Viana incluye creencias y tradiciones ancestrales con formas de la modernidad cinematográfica, combina la contemplación estetizada con el delirio sobrenatural. Añade al conjunto unas gotas de justificadísimo resentimiento del colonizado por la ocupación y por las batallas, en buena medida ajenas a la población autóctona, impulsadas por la geoestrategia de las grandes potencias. En la ficción, un exiliado vuelve a Guinea Bissau reclamado por su hija, pero los fantasmas del conflicto armado le enloquecen y llaman a nuevas muertes. A golpe de símbolo, el realizador elige olvidar el dolor pasado y dimensionar el África de la oralidad, la comunidad… y la música.
El único filme animado de la sección oficial de largos, It’s Such a Beautiful Day (Es un día tan bonito), recopila tres mediometrajes firmados por un tótem indie como Don Hertzfeldt. El estadounidense usa trazos simplísimos, muñecos de palo complementados ocasionalmente con fotografías y filmaciones de imagen real. Sus dibujos esquemáticos nos transportan a la infancia y facilitan que el público baje la guardia; su propuesta monologuista, de voz en off acompañada de imágenes ilustrativas, facilita que el resultado desprenda autenticidad. Si nos despistamos, podría parecer que nos hallamos ante un testimonio lleno de humor amargo, como si ese Bill que se enfrenta al desamor y a la enfermedad fuese un álter ego de Hertzfeldt. Su mirada estupefacta, sea a lo insignificante o a lo cósmico, podría parecer la de un Tim Burton que encierra en un cajón a sus monstruos para enfrentarse a lo real. No falta algo de cosmopolitismo resabiado en las bromas del autor sobre la América atávica, y mucho de vulnerabilidad y fascinación por las cosas pequeñas. Su mirada a la muerte y al delirio puede resultar escapista, pero incita a mirar el bright side of life pythoniano incluso en pleno dolor, aunque sea con la sonrisa torcida. Puede tomarse como una invitación a esperar con oscura resignación el año próximo, L’Alternativa número 21. Si los intereses de la deuda soberana y las prioridades gubernamentales lo permiten, claro.
© Ignasi Franch, noviembre 2013