Entrevista a Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán (‘Jean Gentil’)
«Nuestros proyectos han nacido a partir de personas que conocemos»
(Entrevista realizada a través de correo electrónico entre el 19 abril y el 12 mayo de 2011)
Con tan solo dos largometrajes en su haber, la carrera de la pareja de cineastas formada por Israel Cárdenas (México, 1980) y Laura Amelia Guzmán (República Dominicana, 1980) se presenta con un futuro artístico más que prometedor por delante. Con su primer filme, Cochochi (2007), estrenado en Venecia y premiado, entre otros festivales, en Toronto y Gijón, mostraban ya una sensibilidad muy particular a la hora de retratar paisajes (humanos y naturales) a los que arrojaban una mirada plenamente respetuosa y un apetito insaciable por incorporar el fluir de la vida a la esencia de sus imágenes. Algo que han vuelto a demostrar en su segundo largo, Jean Gentil (2010), centrado en las andanzas (y tribulaciones) de un migrante haitiano en la República Dominicana, y que fue merecedor de una Mención Especial en la brillante selección Orizzonti de Venecia en 2010, así como receptor del máximo galardón en la última edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas, entre otros reconocimientos en certámenes de todo el mundo.
-L.: ¿Cómo llegasteis a contactar con Jean Remy Genty y qué os impulsó a hacer una película con su protagonismo?
En el 2005 se despertó mi interés por aprender el creol haitiano, idioma que hablan los inmigrantes que cada día llegan a mi ciudad [Santo Domingo], y así conocer más a nuestra vecina nación.
Decidí buscar a alguien que me diera clases. Me recomendaron a un profesor que había hecho casting para una película de Laurent Cantet que se filmó en la República Dominicana [Hacia el sur (Vers le sud, 2005)]. Así conocí a Jean Remy Genty, un señor haitiano, delgado, siempre con sus libros debajo del brazo, quien durante una temporada iba por las tardes a mi casa a darme clases y luego conversábamos acerca de su vida, su pasado en Haití, cómo llegó a la República Dominicana… Descubrí a un hombre con muchas penas y muy abierto al momento de compartirlas. Había pasado casi toda su vida estudiando, preparándose, y nunca había encontrado un trabajo digno de sus conocimientos.
Los años pasaron, me fui a vivir a México, pero cada vez que regresaba a Santo Domingo buscaba a mi amigo el profesor, quien seguía en su misma situación, sin encontrar trabajo. Compartía con él el proyecto que tenía en ese momento en México junto con mi esposo Israel de hacer una película en una comunidad indígena.
Hasta ahora nuestros proyectos han nacido a partir de personas que conocemos, que nos motivan de alguna manera y que nos hacen reflexionar. Así que, al tiempo de ir conociendo a Jean, surgía la posibilidad de abordar un proyecto trabajando junto con él. Lo pensamos mucho, teníamos nuestras dudas, sobre todo después de nuestra película anterior, Cochochi, que involucraba personajes tan luminosos y una temática tan diversa. El tiempo pasó y nunca nos pudimos olvidar de esos gestos tan característicos de Jean…, lo cual a la vez nos cuestionaba continuamente si iniciar el proyecto.
-I.: ¿Rodasteis Jean Gentil siguiendo un plan preestablecido, o el filme se fue construyendo sobre la marcha?
Durante el año previo al rodaje decidimos pasar el mayor tiempo posible con el protagonista, escuchándolo y haciendo ensayos con cámara; fue una especie de desahogo para él, y sobre la marcha fuimos escribiendo el guión, que tomaba características de su persona pero siempre incluidas en una ficción. No cabe duda de que muchas escenas las construimos sobre la marcha, pero el filme tenía muy claro su inicio y su fin.
Al tener claro que Jean era nuestro personaje principal, decidimos trabajar el guión en base a lo que él normalmente hace o haría. En algún momento identificamos que Jean estaba saturado de la ciudad, muy viciado y sin encajar… así que pensamos que irnos a trabajar al campo con él sería una dinámica ideal para conversar y plantear lo que buscábamos en el proyecto. Resultó ser un buen lugar para que él pudiese hablar y ser escuchado… Pronto entabló nuevas relaciones con la vida en el campo, un redescubrimiento de la naturaleza, y con la gente que ahí vive (como Yanmarco y Polo). Conforme Jean los fue conociendo fuimos pensando en diversos caminos que podía tomar el guión. Luego hacíamos ensayos con cámara, y así fuimos escribiendo el guión conscientes de los lugares, espacios y personas con las que íbamos a trabajar. Tomamos la idea de un viaje de la ciudad al campo, de la búsqueda de un lugar al que pertenecer y un espacio donde poder ser escuchado.
De las escenas escritas en el guión quedaron algunas cosas… Sobre todo en edición nos quedamos con las atmósferas de los lugares en los que Jean se mueve. Sentíamos que estar muy apegados al guión y sus diálogos convertía la película en algo muy informativo y pesado, lo cual nos limitaba mucho la posibilidad de registrar lo que sucedía frente a nosotros; sobre todo los estados de ánimo de los personajes.
-L.: Aunque trata sobre un inmigrante haitiano en la República Dominicana, creo que aborda conflictos que se dan en muchas otras partes. ¿Hasta qué punto era vuestra intención trascender la descripción de la relación particular entre ambos países para llegar a algo más universal?
Quisimos hacer un relato sobre la condición del migrante en general; el proceso de adaptación que vive un migrante es muy similar en cualquier lugar en el que se encuentre. El hecho de no hablar el idioma (o hablarlo mal), estar lejos de su familia, amigos, costumbres, sentir que no encaja en su nuevo entorno, y el racismo o xenofobia son consecuencias de la migración que puedes encontrar en todas partes.
-L.: Por otro lado, se ha escrito que Jean Gentil rompe con algunos tópicos que caracterizan a buena parte del cine producido en la República Dominicana. ¿Era ese uno de los objetivos a priori?
La producción de cine en la República Dominicana está en crecimiento, pero es relativamente algo nuevo y goza aún del apoyo del público local que está ávido de verse en pantalla, lo que hace que estas producciones se enfoquen mucho en satisfacer a su gente con historias (generalmente comedias) muy dominicanas y con una visión poco universal. Nuestra película anterior, Cochochi, que habíamos producido y filmado en México (bajo los esquemas y exigencias de la producción mexicana) fue de alguna manera nuestra escuela y tuvimos oportunidad de viajar a festivales con ella y conocer un poco el cine que se está haciendo en el resto del mundo actualmente. Entonces, a la hora de plantearnos filmar una película en mi país (R.D.), queríamos principalmente hacer un retrato de nuestra sociedad y dar matices del desarrollo en la isla y a la vez que la película sea una ventana de esa realidad para el resto del mundo.
-I.: Uno de los temas más interesantes que plantea la película es la lucha de quien, como Jean, tiene inquietudes intelectuales, por tratar de encontrar un modo de vida que le permita sobrevivir sin renunciar a cultivarlas. ¿Puede identificarse esto con las batallas que habéis tenido que librar como cineastas para sacar adelante vuestros proyectos?
Me imagino que todos los personajes que creamos son de alguna manera reflejo de nuestras inquietudes y necesidades. Cuando hicimos Cochochi teníamos 24 años, yo acababa de salir de la universidad y tenía que empezar a trabajar mientras que algunos compañeros seguían estudiando; y la película que hicimos fue de dos hermanos que terminan la escuela primaria y durante el verano se cuestionan si empezar a trabajar o seguir estudiando.
-L.: Tanto Cochochi como Jean Gentil giran alrededor de seres vulnerables y con una relación problemática con su entorno. ¿Qué os atrae de este tipo de historias?
Generalmente nos interesan los temas que desconocemos y de los cuales nos gustaría saber más o aprender, para más adelante compartirlo con más gente.
Por lo general son situaciones invisibles para los demás, con las que por azar hemos tenido experiencias personales y desarrollado una relación de amistad.
Intentamos no enfocarnos en la relación problemática que tienen con su entorno, más bien tratamos de dar una visión de adentro, y sobre todo no enfocarnos en hacer películas de denuncia. Por ejemplo, nunca hay buenos ni malos, tratamos de matizar para que cada cual saque sus propias conclusiones.
-I.: El modo en que acompañáis a vuestros personajes en sus movimientos hace pensar en el cine de posguerra europeo. En el caso particular de Jean Gentil, la circunstancia personal del protagonista recuerda un poco a Umberto D. (Vittorio de Sica, 1952), o a El sabor de las cerezas (1997) de Kiarostami, director en parte heredero del neorrealismo italiano. ¿Estuvieron presentes estos referentes cinematográficos a la hora de plantear el filme?
Las películas de Kiarostami siempre han inspirado la manera en que abordamos nuestros proyectos. Desde la moderación en los presupuestos, la interpretación natural de actores no profesionales, la sencillez de la historia, el paisaje, el tiempo cinematográfico, y los valores que intenta realzar. Esas referencias inspiradoras están ahí sin necesariamente recurrir conscientemente a ellas. También hay otras referencias, no solo cinematográficas. Creemos que una motivación importante para hacer Jean Gentil fue el libro de J. M. Coetzee Vida y época de Michael K.
-L.: Aunque la situación de Jean es delicada e incluso desesperante, la película también tiene sentido del humor (pienso en secuencias como la del cocotero). ¿Tratasteis de alcanzar un equilibrio que aligerase de algún modo la carga dramática del filme?
Aunque la vida en el Caribe esté color de hormiga, la gente de ahí tiende a aligerarla con su sentido del humor, pero aunque eso esté explícito nosotros retratamos las cosas como son sin querer exagerar ese aspecto. La verdad que la ingenuidad de Jean ante algunas cosas puede llegar a causar cierto sentido del humor.
-I.: Si bien se rodó antes del terremoto en Haití, parece que se respira algo en el ambiente que anuncia la tragedia que vendría. ¿Fue por eso que decidisteis incluir el plano de Puerto Príncipe devastada? ¿De dónde procede la toma aérea?
Es recurrente la pregunta de si teníamos pensado el plano final antes del rodaje… Obviamente no lo habíamos visualizado como está actualmente porque filmamos la película unos seis meses antes del terremoto, pero sí teníamos planeado desde el guión un plano aéreo que sobrevolara una ciudad. En el guión pensábamos que podía ser Santo Domingo, en edición pensamos en Puerto Príncipe, después sucedió el terremoto… Decidimos filmar los dos planos; lo que uno siente al ver Puerto Príncipe después del terremoto creemos que nos acerca más a entender esa carga que Jean lleva consigo.
-L.: ¿Cómo os repartís las tareas a lo largo del proceso de construcción de vuestras películas?
Desde el nacimiento de los proyectos estamos trabajando juntos. Hasta ahora hemos hecho películas sobre gente y lugares que conocemos juntos, así que empezamos a rebotar ideas hasta que el proyecto va agarrando forma; a partir de ahí escribimos juntos el guión. No separamos las tareas, simplemente cada uno va haciendo lo que se le da mejor. Por ejemplo, en el rodaje de Jean Gentil, como yo estaba con un bebé pequeño, estuve menos involucrada con las cosas técnicas y más con los actores. Todo este proceso ha sido muy natural.
-I.: Israel, ¿cómo fue la experiencia como productor en Ocaso (Théo Court, 2010), que también pudo verse en Las Palmas? Su argumento parece bastante cercano a vuestros intereses como directores…
Fue bastante casual. Théo fue compañero de Laura en la escuela de cine en Cuba. Él había hecho dos cortometrajes excelentes que nos gustaban mucho (El Espino y Sendero), y teníamos muchas ganas de ver un largo suyo realizado.
Una vez vino a pasar una temporada a nuestra casa en México y nos habló de un proyecto de guión que tenía en Chile para hacer un largo en el lugar donde había rodado sus cortos anteriores y probablemente con el mismo actor.
El proyecto parecía muy coherente, pero Théo no sabía por dónde empezarlo.
Veníamos de la producción de Cochochi, así que teníamos un poquito de idea y veíamos que producir películas como estas no era tan difícil si uno no complica las cosas. Así que empezamos a solicitar juntos los fondos y a levantar el proyecto; y así nos fuimos involucrando más y más.
Es una película hecha con no actores: un hombre del campo chileno es quien inspira el tratamiento final de la historia (que es muy cercana a su vida real).
-L.: Aunque vuestra última película continúa circulando por festivales de todo el mundo, ¿tenéis en marcha algún nuevo proyecto?
Entre el gran proyecto personal de recibir a nuestro segundo hijo en julio, está la producción de un largometraje que dirige un buen amigo y que se filmará a fin de año en el norte de México. Y acabar un documental que iniciamos hace tiempo en Monterrey sobre una actriz cubana, Carmita. Poco tiempo nos queda para escribir un nuevo guión, pero la idea está, la estamos trabajando y queremos filmar ese nuevo largo otra vez en la República Dominicana.