Entrevista a Velasco Broca sobre ‘Alegrías riojanas’

«Mis películas se parecen más a una experiencia cotidiana real que al relato de nuestra vida que luego nos hacemos»

 

Velasco Broca, destacado representante de un cine fantástico de autor austero en medios materiales pero exuberante en imaginación que se viene haciendo en España de un tiempo a esta parte, presentó su último cortometraje, Alegrías riojanas (2022), en el último Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges. Relato sin una aparente ilación lógica, al menos a primera vista, Alegrías riojanas salta de la consulta de un oftalmólogo a unas catacumbas llenas de calaveras, de un confesionario intervenido con un micrófono a unas dependencias palaciegas en las que un pintor y su modelo se entretienen con un viejo juego de mesa… Acaso el verdadero valor del conjunto resida en el efecto provocado por el encuentro de fuertes reminiscencias generacionales, criaturas fantásticas, monjes misteriosos, ladrillos con una cruz gamada en relieve y un fondo musical que podría ser el de una película de Mario Monicelli o Dino Risi de los años setenta.

Alegrías riojanas está relacionada con un largometraje que está preparando, ¿no?

Sí, nacieron los dos proyectos más o menos a la vez. Como se tarda tanto tiempo en montar un largometraje, lanzamos Alegrías riojanas primero. Comparten personajes, la trama de la pirámide de plata del falso Juan... Y, si tanto Alegrías riojanas como mis trabajos anteriores tienen un carácter quizás más experimental o art house cinema, ahora pretendemos hacer una película un poco más para todos los públicos, muy clásica.

¿Alegrías riojanas no comparte también personajes con Nuevo altar (2017)? ¿Vemos al mismo demonio o son demonios diferentes?

Comparten varios personajes pero los demonios son diferentes. Hay diversas jerarquías, demonios mayores y menores, y el de Alegrías riojanas es Lucífugo Rofocale.

Se está tejiendo entonces una vinculación entre diferentes filmes.

De hecho, la pirámide de plata del falso Juan empieza en Nuestra amiga la Luna (2016), que rodamos en la India, vuelve a aparecer en Alegrías riojanas y, en el largometraje, se muestra su génesis. Pero no hace falta haber visto mis cortos, no se lo pondremos tan difícil al pobre espectador: son piezas vinculadas pero totalmente autónomas.

Las alegrías riojanas son unos pimientos, ¿no?

Son unos pimientos muy picantes que se suelen asar. Luego se trituran y, con un poquito de aceite, te los echas encima de la tortilla. Yo creo que es uno de los pocos picantes que tenemos en España y, más allá de la zona de Navarra, el País Vasco y La Rioja, no es fácil de encontrar. Cuando preguntas en otro sitio si tienen picante, te dirán normalmente que tienen tabasco.

¿Y por qué el título?

Tiene varias lecturas. Primero, la literal, la alusión al picante. La segunda, que el pimiento es del color de Sargatanas, nuestro personaje demoniaco principal. Y la tercera, que la película está rodada en La Rioja. Y se compone de pequeñas historias, algunas con un carácter mitológico y otras más anecdóticas; es la alegría de La Rioja.

Los créditos hablan de una «idea original de Velasco Broca y Jesús Saenz de Pipaon».

Sí, la génesis de Alegrías riojanas está en unos paseos que dábamos Jesús Saenz de Pipaon, un gran amigo mío, y yo. A partir de las localizaciones que íbamos encontrando, totalmente desconocidas para mí y algunas con accesos muy difíciles, surgieron las historias. Primero parto de las localizaciones y luego añado los elementos de atrezo, incluyendo a los actores. Nunca he escrito nada sin haber estado antes en una localización.

Curas y extraterrestres parecen ser una presencia recurrente en su cine, un nexo con lo sobrenatural.

Bueno, los extraterrestres tienen que ver más con lo natural que con lo sobrenatural. El demonio sí, o incluso el blemita, que es una criatura medieval. Mi amor por las criaturas viene de muy lejos, de cuando era un niño. Teníamos un videoclub y mis padres no me dejaban ver las películas de terror o con un contenido más fuerte. Pero lo que sí hacía era mirar las carátulas, leer la sinopsis e imaginarme la película. Esas películas prohibidas que yo me montaba en mi cabeza eran como lo que luego ha sido mi cine.

Hay mucha cultura popular detrás de Alegrías riojanas.

Efectivamente. En la música de la película, por ejemplo: todo es música italiana de librería de los años setenta. Uno de los comentarios que más me suelen hacer después de haber visto el corto es: “¡qué musicón!”. Es que la música de librería italiana de los años setenta era una cosa muy seria. Estamos hablando de músicos muy buenos que trabajaban para la Rai a destajo: sacaban tres discos mensuales, uno componía o tocaba un instrumento para otro, etc. Una actividad frenética para cubrir la demanda de radio, televisión y películas. En fin, Ennio Morricone está muy bien pero hay mucho más… ¡y está en Alegrías riojanas! [Ríe]

Y hay una alusión explícita a Francisco Ibáñez.

José Luis Pérez Santiago es el responsable de la parte más documental del cortometraje y se ha dedicado a ir a hemerotecas, coger los cómics de Ibáñez y localizar todos los cuadros abstractos que salen en las viñetas decorando oficinas. Luego, los ha pintado: los ha sacado de un cómic y los ha reproducido. Son como la caricatura de un cuadro. Me gusta mucho cuando él dice en la película que el contacto que hemos tenido con el arte de vanguardia se ha producido a través de los cómics de Mortadelo y Filemón.

La estructura de la película no sigue una linealidad convencional, ¿puede ser que su manera de fluir sea un tanto onírica?

Si ese ha sido su sentir, lo será, evidentemente. Hacemos una construcción lineal de nuestra vida: a las diez tengo esto, a las doce lo otro… Pero no sentimos así las cosas. De pronto, perdemos contacto con el presente porque recordamos algo, nos despistamos por un pequeño detalle… Mis películas se parecen más a una experiencia cotidiana real que al relato de nuestra vida que luego nos hacemos.

Alegrías riojanas pasa en una especie de no tiempo que puede ser el siglo XVI, el siglo XX… Pero, de lo que no hay duda, es de que pasa en España.

En España y en un purgatorio también un poco español. [Ríe] Las localizaciones son riojanas y un poquito sorianas, rodamos también en la Casa Fuerte San Gregorio.

Es muy interesante el encuentro entre lo fantástico y lo castizo que vemos en su obra y que parece marcar toda una corriente en el cine español: está en las películas de Ion de Sosa, Miguel Llansó, Chema García Ibarra… Y en Francia también hay un cine entre fantástico, localista y cómico. Parece que se está revitalizando el género fantástico por esa vía.

Me parece una gloria bendita. Además, nos puede gustar más o menos Marvel, hay quien le echa la culpa de haberse cargado el cine, pero lo que está sosteniendo hoy el cine es el fantástico y el terror: miremos los box offices y hablemos después. Es el debate de Méliès contra Lumière; me quedo con Méliès y su fantasía, llevándonos a la Luna o al cielo en escaleras… Es fantasía pura que te teletransporta a otros sitios, pero lo hace a través de la realidad. Porque el cine está hecho de una materia totalmente física que tú tienes que reordenar para crear los monstruos o los decorados. Si fuésemos ahora mismo a Marte, llegaríamos a un sitio aridísimo. Pero el Marte de hace cuarenta o cincuenta años era completamente diferente. Gracias al cine, vamos a un Marte donde hay atmósfera, siempre es de noche, hay trenes que te llevan de un sitio a otro… Y gente de carne y hueso. Más que la imaginación contra la realidad, están las dos unidas intentando llegar a otro punto. Y eso es muy bonito, ¡viva el fantástico!

© Lucas Santos, octubre de 2022