En la playa: fragmentos de aquel día

Una catástrofe (es la primera estrofa de un poema de amor)

 

 
 

1. El raccord siempre es falso porque resulta imposible lograr una continuidad verdadera entre planos; cuando se ruedan las diferentes escenas que compondrán una película, es normal que cualquier detalle varíe mínimamente: la luz, la altura de la cámara, la posición de un objeto, el peinado de una actriz o un detalle del vestuario. Pese a todo, sigue siendo algo bastante importante dentro el séptimo arte. Si falla, si se nota cierto desajuste en el orden de los planos que componen una película, la ilusión con que mira ensimismado un espectador cualquiera puede llegar a desmoronarse por completo. Una catástrofe que resultaría simpática en una buena película, pero tremendamente hilarante en una mala.

2. Al amor, para que sobreviva, se le debe dar continuidad. De la pasión física a una vida afectiva en pareja, de la que algún momento surgirá un enfado que conducirá hacia una ruptura que, finalmente, culminará en una reconciliación que logrará reiniciar nuevamente todo el proceso amoroso.

3. La playa, uno de los lugares románticos por excelencia. El mar, lo que tiene de variable el ritmo con que su olas rompen en la orilla, le confieren la categoría de paisaje sublime. El sonido, ese sonido tan monótono, produce una de las emociones más fuertes que somos capaces de sentir. Casi siempre nos empuja a detenernos, a suspender el movimiento que llevábamos mientras nos desplazábamos por la arena, para mirar hacia esa agua que no cesa de llegar y volver a irse.

4. Los perros tiene prohibido el acceso a las playas. Un cartel lo indica en cada entrada junto con, algunas veces, la sanción que recibirá su dueño si decide pasar por alto la ley. Pese a todo, es común ver a los perros corretear por la playa, casi siempre alrededor de parejas que pasean en días nublados. Los perros, cuando están alejados de sus casas no descansan nunca. Están alerta, en constante movimiento. Un perro inmóvil es algo inusual. Sobre todo en la playa. Donde las olas, la posibilidad de jugar con ellas, suponen un estímulo constante a su hiperactividad. Si alguna vez os encontráis con un perro tumbado en una playa, desconfiad de él. Siempre que esté vivo, claro está.

5. Suvenir: Mi perro y yo. En la playa. Aquel día.

 

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© Ricardo Adalia Martín, noviembre 2014