El otro lado de la esperanza

Más allá del miedo

 

Estrenar El otro lado de la esperanza (Toivon tuolla puollen, Aki Kaurismäki, 2017) en la Sección Oficial del 17º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria ha resultado oportuno por varias razones. Primeramente porque la propuesta arranca con la llegada de un barco a un puerto de contenedores que bien podría asemejarse al de la ciudad anfitriona. En segundo lugar porque en el momento preciso de la proyección salvamento marítimo busca una embarcación desaparecida cerca de las costas de la isla con 72 personas abordo. Consideraciones previas en torno a un filme que trata una realidad próxima y actual respecto a la celebración del certamen. Se retoman así múltiples aspectos de Le Havre (Aki Kaurismäki, 2011). Y como en aquella, el mensaje es claro: esto está pasando aquí y ahora, ¿somos conscientes de ello? ¿Actuamos en consecuencia?

Dicho esto, la trama se centra básicamente en la historia de un refugiado sirio de Alepo que pide asilo en Finlandia e intenta hallar a su hermana desaparecida en el camino. La solicitud de amparo como derecho humano fundamental, no haya como respuesta inmediata el ya célebre refugees welcome, sino más bien una secuencia de control y reclusión, inexorablemente orientada hacia centros de retención y expulsiones. El proceso de acogida con todas sus dificultades administrativas y legales, la búsqueda de la hermana perdida durante la travesía, la tragedia de la guerra paradójicamente revivida vía televisión, el paso de fronteras herméticas, las agresiones racistas en la calle, y simultáneamente la generosidad, altruismo, gratuidad, compromiso y fraternidad de una parte importante de la población, no por casualidad la más desfavorecida. Prueba de ello, las relaciones horizontales, igualitarias, en la puesta en marcha de un negocio común. Frente al discurso hegemónico de las mafias y el tráfico de seres humanos, que también se mencionan, prevalece el apoyo mutuo entre los más débiles, dispuestos a asumir hasta el final las consecuencias de sus actos. Clandestinidad, ilegalidad, responsabilidad, compasión, humanidad, perdón, reconciliación…

Formalmente, la apertura de la cinta con planos de barcos y grúas da a entender que el sonido va a jugar un papel importante, tal vez preponderante, a lo largo de toda la proyección. De entre la carga transportada surge fantasmagóricamente una figura ennegrecida por el carbón que deambula en una ciudad desconocida. Paralelamente, la presentación estilizada y esquemática de otro personaje errático, un vendedor ambulante de ropa que ante cierta concatenación de fracasos decide dar un giro a su vida personal y laboral. Dos seres predestinados a encontrarse, a los que se sumarán tantos otros, como el amigo refugiado iraquí, la trabajadora del centro administrativo, los compañeros de trabajo, familiares de estos, etc. Entre ellos la comunicación funciona básicamente a través de silencios, gestos y miradas. Para asentar el planteamiento, una canción triste e irónica, marca distintiva en los filmes del director finlandés. Más allá de esta melodía, recurrente y diegética, Kaurismäki liga la narración con guitarreo y rock & roll, con los que da ritmo y vida al relato. El tabaco y el alcohol, junto con algo de comida, funcionan como elementos socializadores. Y como tema omnipresente impera la soledad, y los vínculos.

Repeticiones en el reparto, localizaciones y motivos, además de tantos otros trazos de estilo característicos del cineasta: hermetismo, intercambios y colisiones entre tomas, cargas de profundidad, imágenes y sonidos que cobran vida en función de su interrelación. A destacar la unidad en la forma-fondo de un filme compacto, que se preocupa por igual de qué pasa y de cómo pasa. La concentración como fuerza centrípeda que remite todo hacia lo interior, verdadero motor del metraje. Presencias, vínculos, ritmos, miradas, escuchas, implicación y liberación de seres en pantalla y frente a esta. Humor, amistad, hermandad, para bañar esta oda a la cinematografía y la solidaridad con dedicatoria final al compañero de hazañas Peter Von Bagh. Toque de atención ante la claustrofobia, falta de ventilación y aire, en un continente que tiende a ignorar, externalizar, controlar y castigar las dificultades. Tras el Oso de Plata a Kaurismäki en la Berlinale 2017, llega a nuestras pantallas esta oportuna inyección de esperanza, ubicada posiblemente más allá del miedo.

 

 

© Oriol Diez Ferrer, abril de 2017