El mito de los tres Reyes Magos

Misterio y viaje

 

«Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.» Herodes y toda Jerusalén quedaron muy alborotados al oír esto. Reunió de inmediato a los sumos sacerdotes y a los que enseñaban la Ley al pueblo, y les hizo precisar dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judá, pues así lo escribió el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en absoluto la más pequeña entre los pueblos de Judá, porque de ti saldrá un jefe, el que apacentará a mi pueblo, Israel. Entonces Herodes llamó en privado a los Magos, y les hizo precisar la fecha en que se les había aparecido la estrella. Después los envió a Belén y les dijo: «Vayan y averigüen bien todo lo que se refiere a ese niño, y apenas lo encuentren, avísenme, porque yo también iré a rendirle homenaje.» Después de esta entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. ¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez la estrella! Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. Luego se les avisó en sueños que no volvieran donde Herodes, así que regresaron a su país por otro camino».

(Mateo 2, 1-12)

 

Según Jesús González Requena, “el tema iconográfico de la Adoración de los Reyes o de los magos constituye uno de los hilos a través de los cuales puede seguirse la transformación de las artes plásticas en occidente” (1). Pero, a pesar de la gran profusión de tales representaciones, existe un enorme enigma que envuelve muchas de las escenas que se conocen. La estrella, las ropas, las coronas, las insignias, los recipientes para llevar los dones, las edades de los Reyes, la pigmentación de sus pieles, los rasgos físicos de al menos uno de ellos, los avances de derecha a izquierda o de izquierda a derecha, la actitud del niño, los semblantes de María y José, la presencia o ausencia de ángeles y/o de un séquito principesco… Todos los elementos que conforman la representación lo hacen revestidos de distintas formas y colores dando pie a un simbolismo que, en palabras de Franco Cardini, “es, por su propia naturaleza, polisémico”. De tal manera, que los significados que se atribuyen a la escena “son múltiples, siendo algunos de ellos no declarados e incluso secretos”  (2) .

Resulta curioso que, en una sociedad tan desmitologizada y descreída como la nuestra, perviva un mito tan anacrónico como el de los Reyes Magos, una historia en la que ningún adulto cree pero que, sin embargo, todos contribuyen a mantener de generación en generación a través de un emotivo ritual y una cuidada escenografía. “De manera que al final su descreimiento no cuestiona la vigencia del rito sino que, más bien, la confirma de una extraña manera. Pues aunque [la sociedad] afirma no creer en él, sigue sin embargo interviniendo en el ritual, haciendo posible su supervivencia” (3). La eficacia simbólica del ritual es, pues, incuestionable, pero no lo es otra opinión de González Requena que también afirma que “nada en el arte de hoy ofrece representaciones a ese rito que sin embargo permanece” (4). Porque, a mi entender, el cine sí ha permitido (y permite) representaciones heterogéneas y variadas acordes a la historia y el mito de los Reyes Magos.

El trabajo que grandes pintores de diferentes épocas realizaron en torno a esta escena -pienso en Giotto, Bartolo di Fredi, Paolo Uccello, Jerónimo Bosco o Filippino Lippi- ha sido continuado por directores como Ferdinand Zecca, Sidney Olcott o George Stevens que, en sus películas sobre la vida de Jesús de Nazaret, no dudaron en introducir y representar el episodio de la Adoración. Otros cineastas, incluso, han creado obras centradas de forma exclusiva en el mito de estos magos de oriente. Dos casos representativos son el de Albert Serra, que capturó y mostró como nadie el enigma que envuelve como un halo a estas tres figuras en El cant dels ocells (2008), y el de Antonio Navarro que, en una propuesta menos arriesgada y más lúdica e infantil, plasmó el relato de Mateo en la cinta animada Los reyes magos (2003).

En cambio, algunos directores dejan que el texto original se filtre con mayor o menor libertad en sus ficciones dando pie a trabajos como Tres padrinos (3 Godfathers, 1948), un filme en el que John Ford convierte a los magos en ladrones fugados de la justicia. Siendo la suya una de las adaptaciones más interesantes que se han hecho, se trata de una película que, pese a las diferencias argumentales respecto al Evangelio, conserva gran parte de la fuerza del mito. Más cercana en el tiempo es una obra del finlandés Mika Kaurismäki, Los reyes magos (Kolme viisasta miestä, 2008), en la cual tres amigos con diferentes problemas personales se reúnen en un karaoke para conversar en Nochebuena, hasta que la aparición de una enigmática mujer parece mostrarles el camino para que puedan tomar de nuevo las riendas de su vida. Melchor, Gaspar y Baltasar se nos presentan como figuras extraviadas en busca de una estrella que los guíe. Mientras que, en la todavía más reciente El pequeño niño Jesús de Flandes (En waar de sterre bleef stille staan, 2010), los reyes magos dirigidos por el belga Gust Van Den Berghe no son más que tres mendigos disfrazados que se pierden en el bosque donde asistirán al nacimiento del niño Jesús.

 

La adoración y la Virgen

“El rito-mito de los Reyes Magos es católico, barroco y contrarreformista”  (5) . Esta afirmación de Alain Bergala es, cuanto menos, chocante, pero nos advierte sutilmente del papel jugado por un personaje, el de la Virgen María, que suele quedar relegado a un papel secundario en la mayoría de representaciones de la Adoración. Mujer, Virgen y Madre a la vez, su presencia es insustituible en la escena, ya que es ella la que encarna, sin lugar a dudas, el misterio del viaje de los Reyes Magos. “María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. (…)”  (6).  Esta conversación entre el Arcángel Gabriel y María muestra la extrañeza de la Virgen ante un suceso de tal magnitud: ¿Cómo puede estar embarazada si no se ha acostado con nadie? ¿Y cómo ha podido quedar encinta de Dios? Cualquier pregunta que gire en torno al milagro de la concepción no puede ser analizada por medio de la lógica. Por eso, fue la Reforma la que intentó acabar, por medio de la racionalidad, con la divinidad de María e impuso el total recelo a su culto.

En este sentido, no deja de ser sorprendente que fuera un director de educación protestante -Jean-Luc Godard- el que se enfrentase al milagro de la concepción e inventariase toda una serie de cuestiones a propósito de lo que implica filmar a la Virgen en Yo te saludo, María (Je vous salue, Marie, 1984). “¿Cuál es la distancia justa que respetar? ¿Hay que filmar a la Virgen en primer plano, en plano americano, en plano general? ¿Por qué no se puede estar cerca de la Virgen? ¿Hay que atacarla frontalmente? ¿Cómo enfocar a la Virgen? ¿Se puede mostrar lo increíble? ¿No estaré haciendo algo prohibido? ¿ Puede el cine hacer creer en lo increíble? ¿Cómo mostrar lo que no se muestra jamás?”  (7).  Godard, convertido inesperadamente en un pintor del siglo XII o XIII, ha sido el único cineasta capaz de atrapar y mostrar todo el misterio y el milagro que encarna el cuerpo de María, una Virgen atravesada por la palabra de Dios. Serra la presentó más pendiente de un carnero que de su propio hijo; Ford la mostró abandonada y moribunda en una carreta en medio del desierto a punto de dar a luz; y Kaurismäki la vio como un ser extraño y enigmático de un karaoke. Y, aun así, su presencia en el momento de la Adoración es siempre insustituible. Melchor, Gaspar y Baltasar le rinden honores porque saben que ha sido traspasada por un rayo divino.

 

(1) REQUENA, Jesús González; Los Tres Reyes Magos. La eficacia simbólica. Ed. Akal, 2002.

(2) CARDINI, Franco.; Los Reyes Magos de Oriente. Historia y leyenda. Ed. Península, 2001.

(3) Ver nota 1.

(4) Ibídem.

(5) BERGALA, Alain; Nadie como Godard. Ed. Paidós, 2003.

(6) Evangelio según San Lucas (1, 34-35).

(7) Ver nota 5.