El Cuerpo sin Órganos de ‘The Neon Demon’
El desbordamiento del deseo
Conviene aclarar que lo que aquí suscribo es una vía para exorcizar la fascinación que me imbuyó ante The Neon Demon (Nicolas Winding Refn, 2016), el deseo de devorar cada una de sus imágenes y de dejarme arrastrar por la lujuria de tal festín. No trataré aquí de resolver su simbolismo (de sus imágenes), pero lo cierto es que su visionado me pilló revisando el libro (muy revelador) Hacia una imagen no-tiempo de Sergi Sánchez, donde el autor retoma el concepto del Cuerpo sin Órganos (CsO) (1)↓de Deleuze y Guattari para hablar de Cronenberg: “una revolución contra lo idéntico, lo organizado, lo establecido”. Y la conexión con la propuesta genérica de Winding Refn sobre el culto a la belleza leído como una afección fue inevitable, a pesar de que esta pueda suscitar algunas críticas (quizá incluso de parte del propio Sánchez quien desde este mismo púlpito pregonó la estupidez del discurso del danés). Y es cierto que esta fábula estilizada que se adentra en las fronteras del cine de terror juega con unos referentes bien marcados —por ejemplo, Suspiria de Dario Argento (1977) resuena entre el cromatismo de la puesta en escena y el fondo tenebroso de su medido manierismo—, pero no hay que olvidar que en el contexto actual de reapropiación de imágenes y disolución de fronteras se hace necesario transformar el espacio en el que nos movemos y abrazar la abstracción e, incluso, la desacralización de ciertos altares cinematográficos.
Nada falso, nada fingido. Un diamante en un mar de vidrio
The Neon Demon juega con un mundo demasiado real, una hiperrealidad en la que ya vivimos, sometido a la tiranía de la apariencia. Lo más interesante del film de Winding Refn, a ojos de quien suscribe, sería el planteamiento de la belleza como arma de doble filo: de quien la desea, de quien la explota sabiéndose deseado. Es como si la película partiera de una premisa: “el CsO es el campo de inmanencia del deseo” (2)↓. Un cuerpo que podría vislumbrarse en la figura de la aspirante a modelo Jesse (Elle Fanning), capturado en la multiplicidad de reflejos. Un cuerpo encerrado en una piel de la que desea escapar, retratada en esa imagen de la pared de la habitación en la que se aloja como una suerte de barrera.
Cuando a mitad de la película la protagonista es elegida como la modelo que cerrará el desfile de un prestigioso diseñador, asistimos también al enfrentamiento cara a cara de la protagonista con aquello que antes únicamente se había manifestado de manera intermitente: la figuración de su multiplicidad interior. La revelación provoca que la duplicidad cromática (azul-rojo) sea evidente. El paso de la inocencia a la autoconciencia de su propia naturaleza, la del deseo —hasta ese momento el personaje de Fanning no ha reconocido el efecto que provoca su presencia, incluso aunque experimente un episodio vampírico frente a otra rival— como si nos invitara a traspasar la apariencia para descubrir su más allá. Este episodio desdobla también el camino de la propia película, la narración pierde su hilo y poco importa ya si Jesse alcanza o no el éxito prometido. Es cuando Winding Refn tiñe su filme del esoterismo y la ritualidad con los que ya se inició en Solo Dios perdona (Only God forgives, 2013) y que hicieron las delicias de Alejandro Jodorowsky (al que dedicó aquel filme y que vuelve a aparecer en los agradecimientos de la película que nos ocupa).
A partir de ahí se desencadenarán una serie de acontecimientos cuyo motor es un deseo que se desborda y que se transforma en violencia, en instinto de muerte. De ahí que la afirmación categórica que propone el diseñador, interpretado por Alessandro Nivola (“La belleza no lo es todo. Es lo único”) me resulte contraria a la propuesta estética de The Neon Demon. Y efectivamente no tiene que ver con la belleza interior que le espeta el personaje del fotógrafo, sino más bien con el vaciado de ese cuerpo sin órganos que se propone. Que muchos hayan apuntado a la elección de Elle Fanning como un error de casting no hace más que potenciar el argumento. Ella personaliza aquello que sobrepasa la apariencia física, un Cuerpo sin Órganos que cuestiona la representación de la belleza a través de la fascinación que despierta. “No quiero ser ellas, ellas quieren ser yo”.
The Neon Demon opera también como una suerte de cuerpo fílmico, de un todo vaciado de órganos, que se mueve por el deseo, y donde la ironía hila cada una de sus costuras. “Deleuze y Guattari —apunta Sánchez— hablan de la necesidad de experimentación, pero también hablan de las dosis, de encontrar las dosis, de concebir el CsO como un límite que no se alcanza pero al que hay que aspirar y que puede ser dinamitado por el exceso”.
Tenía razón. Soy peligrosa
—¿Sabes lo que mi madre solía llamarme? … Peligrosa
—“Eres una chica peligrosa”
—Tenía razón. Soy peligrosa.
La sombra de la muerte ha perseguido a Jesse desde la primera secuencia de la película, en la que la sangre artificial empapa su cuerpo, una imagen cuyos códigos estéticos han sido previamente destruidos. Un cuerpo que desde el inicio se sabe peligroso para el organismo que lo intenta engullir. “Es la muerte quien los desea a ellos, y es ese deseo el que convierte a la muerte en un CsO” (3)↓, advierte Sánchez respecto a los personajes de Cronenberg. A lo que añade una cita de Deleuze y Guattari: “No se desea la muerte, pero lo que se desea está muerto en imágenes”. Salvando las distancias entre el canadiense y el danés, resulta interesante la relación que se establece con el imaginario de un mundo cuya muerte se certifica desde su nacimiento: vacío de significado y al servicio del consumismo más exacerbado. Al fin y al cabo Winding Refn plantea la historia desde un lugar repleto de mujeres cosificadas, donde la antropofagia no es únicamente una cuestión de apropiarse de los atributos de la víctima, sino también una manera de satisfacer la pulsión sexual.
¿Por qué usar los códigos del género de terror? ¿Por qué detenerse en la abstracción de un espacio fílmico que juega a destruir los estereotipos femeninos? ¿Lo logra o acaba engullido por el mismo mecanismo? El ojo doblemente devorado. La mirada del deseo encarnada en un diseñador que encuentra a su musa o la de un fotógrafo que esculpe una estrella concentrada en la del que se sabe deseado. La señal de peligro para un organismo consciente de las jerarquías marcadas. “Soy peligrosa”, afirma Jesse, desde un mundo en el que la belleza del cuerpo femenino queda subyugada a un deseo que se construye desde el artificio, desde una mirada masculina que lo transforma y lo adecua a los parámetros ya establecidos. El control del cuerpo a través del control de su imagen.
Y es ahí donde aparece el instinto de muerte como fuerza de control de la líbido, el deseo transformado en un cadáver que se alimenta de imágenes, dicen Deleuze y Guattari. Precisamente por eso, en algún punto resulta fácil ver la propuesta de Winding Refn (que ya viene desarrollando desde Drive, 2011) como un organismo integrado en la maquinaria contra la que pretende rebelarse. Sin embargo, The Neon Demon puede ser leída a partir de sus gestos. El de un cuerpo que se rebela ante el artificio vacío de la maquinaria que desea engullirla, y que literalmente lo hace, pero que, en el fondo, no consigue abatirlo. En el gesto que puede ser el inicio de algo más. Por eso quizá el cuerpo de Jesse reaparece caminando de espaldas a la cámara y hacia un horizonte. La naturaleza invade el plano y otorga un valor de comienzo, el cuerpo avanza liberado ya de los males del organismo que lo lastraba. Ha necesitado morir antes, ser devorado para poder demostrar así su resistencia.
—¿Qué se siente?
—¿Qué quieres decir?
—El entrar en una habitación, y es como en mitad del invierno y tú eres el sol.
—Es todo.
© Ana Aitana Fernández, diciembre 2016
(1)↑ «El cuerpo es el cuerpo. Está solo. Y no tiene necesidad de órganos. El cuerpo nunca es un organismo. Los organismos son los enemigos del cuerpo». Estas palabras de Antoine Artaud dieron pie a Deleuze y Guattari para hablar del Cuerpo sin Órganos (CsO).
(2)↑ DELEUZE, GUATTARI. ¿Cómo hacerse un cuerpo sin órganos? Consultado en este enlace.
(3)↑ SÁNCHEZ, Sergi (2013). Hacia una imagen no-tiempo. Deleuze y el cine contemporáneo. Ediciones de la Universidad de Oviedo, pág. 198.