Diario del Xcèntric 2018 (3): Michele Fleming

Y así fluye el pensamiento

 

El jueves pasado, vimos cuatro películas de Michele Fleming. Quien en realidad se llama Shellie Fleming, y firma sus obras, al final de las mismas, simplemente como “Fleming”, su apellido junto al año de producción del filme. Fue profesora durante más de veinte años, prácticamente hasta que murió de cáncer en 2013, en la School of the Art Institute of Chicago. Y allí tuvo como alumno a Apitchapong Weerasethakul, una de las personas que contribuyó a poner en el mapa sus cortometrajes seleccionando algunos de ellos para una carta blanca en un festival. Sus películas se han visto muy poco, y se ha escrito todavía menos sobre ellas; desconozco si existen libros, editados o por editar, ¡o por escribir!, en los que se mencione a Michele Fleming, pero en Internet, a parte de un conmovedor texto escrito por la decana de su facultad cuando murió y de la hoja de sala que Francisco Algarín ha escrito para la sesión, poco se puede hallar. Por lo tanto, puedo admitir que siento una mezcla de entusiasmo y responsabilidad ante la tarea de decir algo sobre esas cuatro películas, frágiles, poéticas, misteriosas, que vimos la otra tarde.

Una de las caracolas de mar de Private property (Public Domain)

Son además películas sobre las que cabe hablar con cuidado, el mismo cuidado, “be careful, be careful”, que Fleming nos recomienda cuando, en Private property (Public Domain) (1991), gira hacia nosotros una de las caracolas de su colección y hunde el objetivo en la oscuridad interior, nos adentra en sus recuerdos, intuiciones, iluminaciones. Oímos el ruido del mar, que según la quinta acepción del Diccionario de la Real Academia, designa también una “abundancia extraordinaria de ciertas cosas”, definición que viene al caso porque la memoria, uno de los temas que palpitan en estos filmes, es precisamente esa abundancia extraordinaria de cosas, de vivencias, de fotografías como las que se amontonan en el suelo al principio del mismo cortometraje. Fotografías que vienen y van en nuestra cabeza, movidas por mecanismos que todavía no conocemos del todo. Los cortometrajes de Fleming me remiten, quizá por estar yo algo contagiado por ese universo, a la reflexividad espontánea y liberadora del fanzine, que también es a menudo un mash-up de recuerdos y pensamientos, de fragmentos que hemos recogido aquí y allí, y también una sublimación de aquello que es supuestamente pequeño: cosas que simplemente necesitamos decir.

En el aspecto cinematográfico, el aliento poético, el uso frecuente del texto impreso en la pantalla y la superposición de materiales me hicieron pensar en R. Bruce Elder, aunque los filmes de la cineasta norteamericana estén muy lejos del frenesí con el que a menudo el cineasta canadiense invade nuestros sentidos, tanto mediante el montaje de imágenes y sonidos, procedentes de distintas fuentes, como por los movimientos de la cámara. Además, mientras Elder se consagra a lo cósmico, a la radiografía monumental de una civilización que agoniza, las películas de Fleming parecen querer encapsular, reanimar, a través de fotogramas que llegamos a ver desplegados físicamente en pantalla en Left handed memories (1989), huidizos retazos de vida en común, estados de ánimo, sueños, anhelos, recuerdos —“truth or illusion… doesn’t it matter to you at all?”, se pregunta insistentemente una voz femenina, extraída de una película, en Life/Expectancy (1999)—. La vida en común es importante en estos cortometrajes: Left handed memories está dedicado a alguien llamado Will, y Life/Expectancy a Zack Stiglicz, “my partner from midlife to the end”, cuya voz está muy presente en Devotio moderna (1993). Este cortometraje me llevó a leer, posteriormente, el poema de Sylvia Plath, dolorosamente bello, en el que se inspira. Un poema que me trajo, de nuevo, la presencia fulgurante de esos tulipanes, demasiado rojos, que, literalmente, “deberían estar entre barrotes como animales peligrosos”. En Left handed memories, el rojo de una cortina, al principio un destello intermitente, se abre paso hacia la imagen de una mujer en blanco y negro, que sueña o piensa. También en Left handed memories fragmentos de noticias, de la radio y la televisión, evocan un hogar, ese en el que dos personas trataron de amarse mientras la narradora caía por un hoyo, largo y oscuro, según nos cuenta con voz tenue.

La aparición de los fotogramas en Left handed memories

Son películas, y esto se percibe sobre todo en Life/Expectancy, que se interrogan sobre el hecho mismo de narrar, y sobre la opresión que sobre nosotros ejercen las historias, las estructuras, las definiciones ya establecidas. La noche anterior había visto el documental Donna Haraway: Story Telling for Earthly Survival (Fabrizio Terranova, 2016), y no pude evitar traerlo a colación cuando Fleming sugiere que debemos, o al menos deberíamos, poder contar nuestras propias historias, que difieran de las que ya vienen contándose desde hace siglos. Algo a lo que Haraway también nos apremia encarecidamente. Hacia el final de Life/Expectancy, una sencilla animación nos muestra a un caballo que galopa hacia atrás, y vuelve a nosotros la frase, atribuida a Kierkegaard, con la que arranca Left handed memories: “La vida solo se puede entender hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante”. No es el único motivo textual o visual que enlaza varios de los cortos, que dan cuenta de la expansión de un universo, el de la vida de la propia cineasta, a la que el paso de los años no le escatima el seguir haciéndose preguntas y plasmarlas en forma de hermosos poemas audiovisuales en los que prácticamente pueden palparse los estratos del tiempo y de las heridas.

Contaba Raúl Ruiz que, de algún modo, dejó de crecer a los nueve años. Que nunca dejó de ser un niño fantasioso de nueve años. En Private property (Public domain), Fleming nos dice, mediante la tercera persona a la que recurre habitualmente, que una tarde sus padres se volvieron locos porque no la encontraban en lugar del mundo hasta que dieron con ella en un rincón, tapada con una manta, y por toda excusa ella les dijo que “estaba viajando”. Inmediatamente, vemos un plano picado, muy cercano a la superficie, de una carretera, con sus marcas intermitentes amarillas, relucientes. Y yo, que hace poco cumplí treinta y cuatro años, me acordé en ese momento de una canción de Joni Mitchell que empieza “I am on a lonely road and / I am traveling, traveling, traveling, traveling / Looking for something, what can it be…”. Y así fluye y se enhebra el pensamiento; no recuerdo muchas películas que lo trasladen a la pantalla de forma tan hermosa.

Dos planos de una carretera que aparece en Private property (Public domain)

 

© Toni Junyent, enero de 2018

 

* Este artículo es el tercer capítulo del “Diario del Xcèntric 2018”. El primero, dedicado a José Antonio Sistiaga y Leslie Thornton, se puede leer aquí. El segundo, dedicado a Peter Nestler, se puede consultar aquí.