Damon Packard

Desde el Sol hasta su barriga

 

Gracias al todosabio Naxo Fiol por fin di con el título y “director” de la maravilla que estaba buscando desde hacía mucho tiempo. Se trata de Grizzly Redux (2005), el remontaje que hizo Damon Packard (1) de la película Grizzly -dirigida por William Girdler en 1976 y perteneciente a la moda de películas sobre naturaleza asesina-. Packard recupera este filme para sembrar en él contraplanos de sangre a chorros. Sobre los troncos de los árboles, sobre la hierba seca, sobre las paredes de una cabaña, sobre las caras de las actrices (como ente, ya que algunos de estos insertos se extraen de otras películas). El sonido de los borbotones se mezcla con el aire viciado del prototipo de parque natural norteamericano. La prótesis agrava la situación, tanto fílmica (drama) como cinematográfica (técnica) -haciendo uso de la separación semiótica que propone Umberto Eco en su libro “La estructura ausente”-, y esta gravedad se nos ofrece como un posicionamiento muy útil. Packard no remonta la película sino que la “perfecciona”. La pertinencia estilística hace saltar por los aires cualquier sistema discursivo de apropiación artística. El material previo no desaparece y ni siquiera, ingenuamente, cambia. Es Grizzly con más chorretones de sangre. Se añade el contraplano y, por lo tanto, lo imaginado en la película de Girdler se muestra en la película de Packard-Girdler. Los dos niveles que, a priori, se perciben en cualquier apropiación, en Grizzly Redux se subrayan maliciosamente: se ven dos películas y se contradicen. Lo que he dicho antes no tiene importancia. La eficacia del filme consiste en asegurarnos el satisfactorio contraplano que toda buena película debe tener. Grizzly Redux es un filme excelente. En él no hay lugar para ese off efectista que requiere, de manera cínica, de la imaginación/inteligencia del espectador. Packard nombra aquello que necesita el Buen Cine y lo hace presente sin dudar un instante. La tonta frescura de un cielo estrellado. En 2005, el cineasta estadounidense interroga a la gente de un merendero acerca de una película de 1976 sobre un oso asesino. Les enfrenta al material, a lo mismo que él, la Game Boy Advance frente al ensimismamiento opaco de un personaje. En la parte final cambia la forma del off que, en un primer momento, tuvo la película de Girdler. El puntito blanco, que es el helicóptero, hace poesía al atardecer. La filmografía de Damon Packard perfila una grieta rasgada y mordida.

Dawn of an Evil Millenium (1988) es, sobre todo, un gran estallido de adrenalina. La materia de la que está hecha el Cine aquí se maneja y bien. Imágenes pastosas y maquiavélicas que se funden con sonidos de otra dimensión y, de repente, todo se aprisiona en una pausa estremecedora que no quiere decir nada y lo dice todo. Forma parte, o quiere formar parte, de ese cine experimental del underground de los años setenta y ochenta: Lucifer Rising (1972) de Kenneth Anger, los filmes de Stan Brackhage, Jan Svankmajer, Jonas Mekas, Peter Jackson o Jorg Buttgereit. La sopa está servida. La sopa está en la mesa. Me estremezco al contemplar cómo se cena la sopa Damon Packard. Su padre era galerista y profesor en la Escuela de Arte. Damon tenía contra lo que reaccionar: el supuesto Alto Arte. Y lo hizo con Arte. La película, al parecer, nunca ha existido ante mis ojos. No estoy seguro de The early 70’s Horror Trailer (1999) y compete al Cine en forma de conjuro. Cuando digo en forma de conjuro me refiero a que es un receptor potentísimo de lo invisible, algo que consigue mediante el uso de la estética del terror cinematográfico de los años setenta. Las blusas airadas en mujeres gaseosas. El receptor es contenedor y después un cañón sofrológico. Packard subraya el verbo “hacer” y el rastro deviene en un camisón que acaricia a una bella mujer mientras esta surca unas arquitecturas cercanas a Frank Lloyd Wright. El lugar es el fundido, el queso fundido, la fondue con grosellas y melocotones, las cabecitas de Straub y Huillet. En su interior hay espuma blanca y espesa cuya sombra tiene millones de colores.

SpaceDisco One (2007) confirma el pesimismo recurrente en toda la filmografía de Packard. Una mezcla ininteligible entre 1984 (1956) y La fuga de Logan (Logan’s Run, 1976) –ambas de Michael Anderson– hecha secuela en un paraje alienígena. ¿De acuerdo? Hay marcas de estilo como el inicio constante en gerundio. Y repeticiones, y trailers, y un regocijarse en las presentaciones con sus títulos de créditos perennes y repelentes. La sobreexcitación de ver el texto “A Damon Packard Film” en todas sus variantes no tiene precio. Todo ello, lo que compone la película, es inflamable y esquizoide. He salido despedido a toda mecha de la nave nodriza, la cabeza se me congela, se me descompone, se me erosiona y esos pedacitos explotan en miles de chispas de color púrpura. Las obsesiones son la matriz. El material del que está hecho SpaceDisco One y lo exterior se funden en una cabina de teletransporte donde también se ha colado un zumo de naranja y un ciempiés. No hago más que pensar en lo complicados que deben ser esos rodajes. Las experiencias donde hay un cóctel de pesimismo, deslumbramiento y agitación: hacer una película. Es una membrana donde las imágenes rebotan y se contagian. Damon Packard trabaja con el Cine como extensión de su ser. No estoy seguro de entender esta frase que, en inglés, es algo así: “What’s grabbed me upon repeated viewings is the dense subtext just under the surface of nostalgia and humor”  (2).

El umbral de calado en mi visión y existencia es tan gigantesco que he cambiado. La realidad ha cambiado y ahora Packard retoma la idea de La Adaptación. Tales of the Valley of the Wind (2009) es la adaptación, en imagen real, de Nausicaä del Valle del Viento (Kaze no tani no Naushika, Hayao Miyazaki, 1984). Aquí Packard vuelve a los ambientes estilísticos de uno de sus anteriores trabajos, Apple (1992), pero con un fuerte añadido: la mesura. La obra más ambiciosa de Packard choca con su modus operandi. Tras el arco iris hay explosiones y tras la humareda encuentro una atmósfera hogareña coronada por una manzana. Apple muestra el otro lado del caos. La energía de la calma y de la serpiente. La sinuosidad de la naturaleza hawaiiana. En estos momentos, Damon Packard está viviendo en Hawaii, de manera precaria, y desde sus sueños engendra esta leyenda en la que se cuentan las hazañas de varios elfos contra la Reina del Mal. La Materia Oscura. El Orbe. Peleas de rayos destellantes, magma blandito y uñas largas. El vestuario de Cristal oscuro (The Dark Crystal, 1982, Jim Henson, Frank Oz) y las selvas-bosques de la producción de Walt Disney 20000 leguas de viaje submarino (20000 Leagues Under the Sea, Richard Fleischer, 1954). Y es que hay una cámara que navega por los aires boscosos de la isla. Y hay niños que juegan en el bosque. Y hay un peluche irritable. Fantásticos caminos que marcan los continuos movimientos de la cámara. El verde se sale y, de repente, la roca, la recta roca, choca. La narración surge de nuevo a la manera de Packard, es decir, aflora en la atmósfera expansiva y mainstream del sentimiento primordial de Hacer Cine. El binomio dialéctico formado por su anterior película, Dawn of an Evil Millenium, y Apple se dirige directamente al corazón de las ilusiones cinematográficas del director nacido en Akron, Ohio (el mismo lugar que Jim Jarmusch). Hay un momento en que la trama inicial de la leyenda élfica da la impresión de abandonarse en ese punto clave de la puesta en escena. Minutos después me doy cuenta de que siempre ha estado ahí. Packard hace rizoma y no lo exhibe, como otros detestables. Su nueva película incide en la modernidad sin post-x ni nada de eso. Foxfur (2012) contiene el inicio sideral de Dune (David Lynch, 1984) y la temática enérgica de la obra maestra de Zack Snyder Sucker Punch (2011). Damon Packard ataca la representación de la dualidad entre dos mundos: el real y el potencial. Están los destellos y el flow además de un equilibrio con el nervio conspiranoico de algunos de sus trabajos. Se maneja la estética de la publicidad y se le da una contemporaneidad tal que me salen lágrimas nerviosas de los ojos de los peces.

Al lado de un rugoso sofá se encuentra una frase que flota al fuego de una vela cutre. The Untitled Star Wars Mockumentary (2003) es una comedia hilarante sobre unos empleados de Lucasfilm Ltd. que son torpes, molestos, incompetentes y, también, dejan a los demás en ridículo. Un gran archivo, al servicio del sentido voraz de Damon Packard, formado por documentales y varios making off de la nueva trilogía de Star Wars, sobre todo de El ataque de los clones (Attack of the Clones, George Lucas, 2002). Las voces se cambian, hay doblajes con humor zafio, planos insertados que hacen que todo lo demás se derrumbe en su grandilocuencia. George Lucas se descubre en su exagerada pose de superproducción. Es como una crítica mordaz pero mongoloide. El plano y el contraplano, ese que no está en off sino más bien expuesto a buena luz. ¡Que no se escape! El helado del niño se derrite y la space opera produce vergüenza ajena.

Lost in The Thinking (2005) me recuerda a Lost in La Mancha (Keith Fulton & Louis Pepe, 2002), en tanto que es el resultado de un fracaso grabado y reconstruido. Allá donde la muerte escribe su poesía. Acá donde Damon está atosigado en un cuartucho arty en New York. La sombra del conglomerado de estrategias artísticas se alarga y Ryan Trecartin se trae a presencia. Es ese motivo que hace estilo y, más que nunca, el montaje -que supone una post-producción- ya no es un tema tanto de después sino de la producción misma. En Packard la post-producción no existe ya que todo el proceso vuelve incesantemente al tema de la estructura objetiva. Esa que me interesa, esa que incumbe al Arte. La materia que es un vídeo grabado en una reunión sobre un proyecto que nunca se realizará… ¡Por eso mismo es la peor película de Damon Packard! Mientras el meta-cine no se explicite, las películas de Packard son magníficas y sobrecogedoras. No recuerdo bien la frase pero decía algo así como que el gran fallo es no considerar experimental aquello que es convencional en su forma narrativa.

Reflections of Evil (2002) es el gran filme de culto de Packard. Cuando, en una entrevista, le preguntan a Packard si ve este filme como un triunfo, una maldición o algo intermedio, él responde: “En algunos o en muchos sentidos es una maldición pero, sin duda, me alegro de haberlo realizado. Es una maldición si lo miro desde la perspectiva de esa gente que piensa que SOLO soy capaz de hacer este tipo de filme disperso, no lineal. Este estilo de humor. No tengo ningún interés en el “potencial de impacto”, en el gore gratuito, en la sátira inmadura, en la violencia o la grosería, ni siquiera soy un gran aficionado al cine de terror. Si la gente, en lugar de quedarse con lo superficial, viese las potencialidades. Me refiero, sobre todo, a cierto grupo indefinido de “personas”, esas que me han evitado, despreciado e ignorado, y/o potencialmente a esos benefactores que me podrían haber conducido a cosas mejores y más grandes. Pero esto es un pensamiento hipotético” (3). “Supongo que tengo tendencia al humor y a la sátira, a la ciencia-ficción y a la fantasía, pero es, sobre todo, porque trabajo sin presupuesto. Si tuviese a actores tan buenos como los que tenían Bergman y Tarkovsky, y la habilidad para escribir de Paddy Chayefvsky o Tennessee Williams estaría haciendo otro tipo de filmes. Y este es otro ejemplo de haber sido encasillado en un reino de habilidades limitado. Sé que todos los directores lo sienten así y que quizás no es un pensamiento muy realista pero si alguien con dinero viese las posibilidades y no la superficie. ¿Qué es realista? ¿Aprender a convertirte en un millonario gracias a tu propio esfuerzo? ¿Es ese realmente un logro fácil?” (4).

Alrededor del cambio de siglo Packard no tenía nada de dinero para completar ninguna película. Vivía en tiendas de campaña, en coches, deambulaba de aquí para allá, en Los Ángeles, mientras sus proyectos se derrumbaban… hasta que un día recibió una fastuosa herencia que gastó en la realización de esta película. La hizo y después la esparció por el mundo en dvds gratuitos. En las calles, a personajes con poder en el mundo del cine, a medios de comunicación, etc. Packard repartió su película. Esa película que es lo inimaginable. Película afrodisíaca, película producto del Cine más puro, del Cine como droga. “Hola Damon, soy el Cine, cógete de mi mano y acompáñame a mundos incomprensibles que solo yo sé explicarte”. En Reflections of Evil hay puesta tanta energía retenida de años atrás que todo se desborda. No es un desbordamiento medido o pretendidamente dialéctico sino que es más nihilista y humorístico. La herramienta del humor: el desliz y lo contrario. Packard dirige, escribe, edita y protagoniza este filme. Su personaje es un hombre que va enfermando de odio con sus auriculares, sus relojes, sus ropajes y sus pieles. La carne del demonio. Francis Bacon. El amor y las costillas de cerdo bien asaditas. Steven Spielberg de joven, un tour turístico por la atracción de feria, paraísos celestiales… Packard lo inunda todo de felicidad incongruente. La carne en el asador. Toda ella. ¡Que no quede absolutamente nada! La cabeza de un hombre que flota en este hueco negro que queda en la imagen. Dice “Fuck you!” una y otra vez. Es la primera película que veo en mi vida que es una absoluta falta de dosificación y pose. No hay traducción. Tony Curtis es nuestro anfitrión y, a partir de ahí, cada paso se encarga de negar las rutinas adquiridas del lenguaje fílmico. La cuestión es que no la veo ni como cine experimental ya que está en ese anti-vacío de una road-movie estática, personal e hiriente. Me recuerda a la película de Vincent Gallo Buffalo ’66 (1998) con su verborrea sin miedo a fallar. La misma máxima al revés: si la forma narrativa no es convencional la película en cuestión no tiene por qué ser experimental. Estoy de acuerdo.

 

Epílogo

Entre el sol y Packard, aparecen y se desvanecen las figuras de su cine, el cine mismo y su tema, un travelling con cámara al aire desde el Sol hasta su barriga.

 

(1)  Aquí se pueden ver algunas de las películas de Damon Packard.

(2) Impresiones de Jsyn sobre SpaceDisco One, publicadas aquí 

(3) Declaraciones de Damon Packard en la entrevista realizada por Shelby Cobras.

(4) Íbid.

 

© Jorge Núñez, noviembre, 2012