Cannes 2015: The Assassin (Hou Hsiao-hsien)

Otra dimensión

 

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El personaje de Nie Yinniang solo se deja entrever; es casi intangible

Uno nunca está preparado para películas de la magnitud de The Assassin. Por mucho que se hayan seguido los entresijos de la producción y se conozcan bien los rasgos formales de Hou Hsiao-hsien, todavía es posible verse desbordado, abrumado. Dar con las palabras justas no es fácil, pero conviene apuntar, en primer lugar, que el maestro taiwanés no ha renunciado aquí a su sofisticada puesta en escena; es más, la ha llevado a una nueva dimensión. Tanto es así que, antes que parecerse a un wuxia, The Assassin prefiere mirarse en Flores de Shanghai (1998); aquella joya de Hou en la que los interiores se iluminaban con la luz de las velas, en la que la densidad del tiempo se percibía en cada plano y en la que la composición visual era tan rica que desde unas pocas estancias se lograba plasmar una época. El exquisito tratamiento de los interiores de aquel drama ubicado en el siglo XIX se recupera en su nueva película, que trabaja con brillantez con la profundidad de campo, con la iluminación naturalista, con las tonalidades y hasta con los elementos decorativos (mención aparte merecen las cortinas, que al son del viento esconden, enseñan o dejan entrever a los personajes centrales del encuadre). Lo llamativo es que, en The Assassin, Hou es también capaz de dirigir su mirada hacia los exteriores, hacia aquellos paisajes naturales en los que habita Nie Yinniang; la asesina que protagoniza este relato de resonancias legendarias situado en la China de los tiempos imperiales de la Dinastía Tang.

No entraremos aquí a describir una trama meramente esquemática, que queda en un segundo término una vez percibimos los colores de los árboles, los campos, las flores o los cielos. Cada nuevo entorno natural que aparece en la película (a veces en planos atmosféricos o de transición; otras en escenas de acción) supone una revelación, una constatación de las posibilidades tangibles del celuloide*, que aquí nos evoca el impresionismo que en su día atraparon los hermanos Lumière en sus vistas exteriores. No en vano, cuando en The Assassin observamos el movimiento de las hojas, del agua descendiendo por una cascada o de la bruma disolviéndose en el bosque nos asalta esa sensación tan primigenia de ver el mundo por primera vez, de entrar en un universo sensorial desconocido. Hou (y su director de fotografía, Mark Lee Ping Bing, responsable de cumbres como Millennium Mambo (2001)) es consciente de ello y, en ocasiones, sitúa los combates de artes marciales y los desplazamientos a caballo en el fondo del plano para que reparemos en los detalles de unos paisajes que ganan presencia por el naturalismo de la banda sonora. Tras la proyección en Cannes de la película, entre varios acreditados comentamos que su tratamiento visual de la Naturaleza se asemejaba a los de Jauja (Lisandro Alonso, 2014) y Meek’s Cutoff (Kelly Reichardt, 2010), pero esas reminiscencias no ensombrecen, en ningún caso, los logros de The Assassin que, a nuestro parecer, juega todavía en una liga todavía mayor que aquellos dos magníficos filmes.

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Los exteriores de The Assassin son de una belleza deslumbrante

La magia de la nueva obra maestra de Hou no solo emergerá de la exquisita puesta en escena sino también de la propia trama mediante la aparición de un intrigante brujo, cuyo hechizo dará lugar a una secuencia deslumbrante en la que una forma indefinida de humo levitará por diversas estancias palaciegas hasta posarse en un personaje clave con la intención de asesinarlo. Es solo uno de los muchos instantes sublimes de una película que juega de forma magistral con las apariciones y desapariciones en escena de Nie Yinniang (cual escurridiza Musidora), que sostiene los planos en los abruptos y sintéticos combates, que destila la esencia del wuxia desde la sutileza y el estatismo, y que, en definitiva, es un verdadero festín para los sentidos al que hemos tenido la suerte de ser invitados. Sin duda, The Assassin es la película, en mayúsculas, de Cannes 2015.

 

© Carles Matamoros, mayo 2015

 

* The Assassin se rodó en película de 35 mm, aunque la proyección en Cannes fue en DCP (Digital Cinema Package). Una proyección en celuloide podría haber ayudado a apreciar más si cabe los colores de la deslumbrante fotografía de Mark Lee Ping Bing.