The Cabin in the Woods / Crawl

Doble cara

Un año más. Hemos sobrevivido un año más. Atrás queda el Apocalipsis anunciado para 2012, con nosotros conviven las consecuencias de unos recortes culturales provocados por una crisis global generada por unos pocos, en nuestra nuca sentimos el aliento de ese monstruo llamado “paro”, y en el horizonte sigue sin haber más resquicio de esperanza que la que nos dan los oasis, las películas, los festivales, las caras amigas y conocidas, los antes-diez-y-ahora-nueve días en que nos olvidamos un poco de nosotros mismos para darnos a la imaginación de otros. Señores, amigos, transiteros… Empieza Sitges.

Así pues, allá que volvemos nosotros. Como el asesino que regresa a la escena del crimen, sentimos la llamada de nuestras entrañas, del lugar en que esta web fue gestada, del origen, del número cero y de la tabula rasa; sentimos la necesidad de zanjar un año para empezar otro, más optimista, más claro, más limpio, mejor si cabe. Y atrás quedan muchas vivencias, muchos visionados; atrás quedan muchas películas que nos hicieron crecer y que, como ocurre cada año en Sitges, hicieron crecer al festival y al fantástico. ¿Qué nos depara esta nueva edición? No lo sabemos, aún, pero sí recordamos con cariño dos experiencias únicas vividas hace un año; la cara A y la cara B de un festival, el bombo y platillo contra la modestia empequeñecida, dos propuestas que deberían ser MUST para todos.

Empecemos esta cobertura, pues, mirando al pasado y recordando…

 

CARA A: The Cabin in the Woods
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The Cabin in the Woods, una de las películas más recordables del Sitges 2012

Seguro que a todos nos ha ocurrido aquello de desear haber visto tal o cual película en un ambiente concreto, en una sala específica, con un grupo de personas y no con otro. La decisión de esperar a ver The Cabin in the Woods en el marco del festival fue, posiblemente, la mejor decisión que una servidora tomó en el curso del año pasado. La película, que contaba ya con una versión ilegal pululando por la red, fue gentilmente tratada por el festival, varios pases permitieron incluso a los despistados poder vivir la experiencia de verla y vivirla cual fiesta orgiástica. Y es que The Cabin in the Woods, incluso viéndola sin compañía conocida como fue mi caso, se disfruta mucho más en grupo, puesto que una vez se ha superado la extrañeza inicial de lo que se está viendo (¿Quiénes son esos científicos? ¿Qué tiene esto de cine de género? ¿Qué relación existe entre los científicos y la más reconocible trama genérica de los jóvenes yendo a una cabaña?), la película va convirtiéndose en un ejercicio de pura complicidad, de guiños indisimulados y de amor por el cine al que, sin necesidad de homenajear en genuflexión, alude directamente (como lo hacía la saga Scream de Wes Craven y Kevin Williamson). The Cabin in the Woods no es un giro de tuerca de dicha saga sino dos o tres, pero está construida desde la pasión, el respeto, la admiración y, sobre todo, la conciencia de quienes han chupado muchas horas de subgéneros. Por todo ello, su visionado en el marco de un festival como Sitges no podía sino convertirse en revelador, uno de esos momentos en que todo encaja, incluso en un momento en que nada parecía poder cuadrar. Desde la locura de su trama y el what-the-fuck?? constante que es su estructura, hasta el in crescendo creativo con que evoluciona la película, pasando por el uso de los contrastes para generar humor o ese final boss que es Sigourney Weaver (reina del cine de género desde su Teniente Ripley de Alien), The Cabin in the Woods estaba llamada a ser la gran película del festival, la niña bonita de la que todos íbamos a hablar y con la que más íbamos a disfrutar. Posiblemente, así fue. Y su premio, aunque sea con muchos problemas y cierto retraso, es su estreno en cines comerciales dentro de un mes, donde posiblemente sea ignorada por el público masivo.

 

CARA B: Crawl
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Uno de los filmes menos recordados de la pasada edición de Sitges, «Crawl».

Muy distinto fue el caso de Crawl, dejando de lado que la vi (¡culpable!) meses antes de Sitges, lo realmente relevante es que la película, opera prima del inglés Paul China, tuvo tan solo un pase a horas intempestivas en medio de una maratón nocturna. Su condición de producto pequeño merecía, posiblemente, un trato más cuidado, sobre todo porque como le ocurre a The Cabin in the Woods destila un profundo conocimiento del género y cabría emparentar a su creador en la línea de la experimentación genérica de James Wan y, sobre todo, Ti West. En Crawl (acusada de lenta, aburrida, vacua…) nos encontramos a un director novel que experimenta con el suspense sin miedo a parecer ridículo, de un modo similar al que lo hace West en The Innkeepers. Aunque la película resulte irregular en algunos aspectos, es importante detectar en ella su condición de diamante en bruto, máxime cuando se está en el marco de un festival que busca tomar el pulso al cine de género. Crawl es un thriller, tiene momentos de terror, tiene sangre y violencia, y tiene un malo maloso adorable, de los que harían la boca agua de Romero al ver que incluso sin ser zombi se puede evitar correr e ir rabioso para perseguir a la víctima. China filma con temple, aguanta y crea tensión con pequeños elementos (un pomo, una puerta, un plano fijo, un crack-crack en el sótano…), busca dominar la base antes de lanzarse a experimentar a lo loco, trata de imitar al pasado en lugar de sumarse a sus coetáneos, más dados (con excepciones como las anteriormente citadas) a la cámara compulsiva. Crawl obliga a frenar el ritmo de consumo de imágenes al espectador, le enfrenta al tedio vital del pequeño pueblo australiano al que retrata, y en el proceso evidencia la conciencia, el interés, la pasión de quienes están detrás de las cámaras. Sin duda, una pequeña joya que, en la magnificencia de un festival como Sitges, incluso se quedó sin aparecer en la cobertura que dimos desde aquí. Culpable, de nuevo…

 

Gran cisne y patito feo, dos caras de la misma moneda, lo mejor y lo peor se dan cita en Sitges, un festival que nos descubre muchas joyas incluso a pesar de esconderlas, el certamen de la cinefagia pero en el que la cinefilia puede encontrar también un pequeño lugar, un lugar al que volver año tras año siguiendo las vías de baldosas amarillas, y unas fechas, las de octubre, que son cita obligada para quienes en este pueblo costero hemos encontrado nuestro hogar. Y ya sabéis lo que repetía Dorothy: no hay nada como el hogar. Bienvenidos a Sitges, empezamos con la 46ª edición.