At Berkeley / Se fa saber

 

Conjuntos de cosas creadas

 

En cualquier otra circunstancia, habría sido bastante poco probable emparejar en un mismo texto dos películas tan diferentes como At Berkeley (2013) y Se fa saber (2013). Los festivales posibilitan este tipo de cruces más o menos caprichosos, más o menos acertados, más o menos sugerentes. Ambas formaron parte de la cuarta edición del Atlántida Film Fest de Filmin, aunque no compartieron sección. La película número 38 (sin contar sus trabajos para televisión) del octogenario Frederick Wiseman llegaba a la sección Atlas de este certamen online como uno de los veinte títulos más significativos del circuito de festivales internacionales de la temporada —que, sin embargo, permanecían inéditos en las carteleras comerciales españolas—. At Berkeley cosechó el Premio del Público en dicha sección y, por su parte, dentro de la Sección Oficial del Atlántida (que reunió 17 títulos hispanoamericanos), la treinteañera Zoraida Roselló se alzó con el primer premio del festival gracias a su largometraje número uno, Se fa saber.

AtBerkeley-pasillosAt Berkeley es una atípica película universitaria y a su vez una crónica documental (y monumental) de cuatro horas de duración en la que el veterano autor de Boston se sumerge con detallismo y generosidad en el funcionamiento actual de la histórica institución californiana de la Universidad de Berkeley. Nacida en 1868, la que es considerada primera universidad pública estadounidense, atraviesa en el presente un momento especialmente delicado dados los progresivos recortes de financiación impuestos por el Estado desde 2008 (año del derrumbe financiero) y que, en la última década, han supuesto una reducción que ha pasado de un 50 a un 16 por ciento de su presupuesto. Esto pone en peligro el mantenimiento de los estándares de calidad en su enseñanza, base de su prestigio y trayectoria, además de implicar cambios en sus tarifas que modifican las facilidades que tradicionalmente se han ofrecido a los estudiantes procedentes de cualquier clase social (otra de sus razones de ser junto a la diversidad y la investigación pionera).

En Se fa saber, su debutante realizadora barcelonina se aleja de la ciudad que la vio nacer para regresar al pueblo originario de sus padres, Santa Bàrbara, situado en la comarca tarraconense del Montsià, en el que ella pasó parte de sus vacaciones infantiles. En ochenta minutos, Roselló tratará de retratar la esencia de esta pintoresca localidad a través de unos pocos habitantes que se mantienen afines a sus costumbres y pasiones y con los que la cámara entabla una gran complicidad que contribuye a mostrar la particularidad de cada uno y su naturaleza auténtica.

se-fa-saber-baileA diferencia de otros retratos rurales que pudieran venirnos a la cabeza (desde El cielo gira a Arraianos o las más recientes La plaga o Cenizas), Se fa saber no resulta un fresco con carácter nostálgico, ni tampoco se construye exactamente sobre la dicotomía pasado/presente o antiguo/moderno, aunque contenga algunas alusiones a dicha tensión. En cambio, uno de sus mayores logros reside en el hecho de haber sabido contar con fidelidad a sus protagonistas en su presente, en ese tiempo que habitan y que les es propio. Gracias a este matiz diferenciador, el retrato que se nos ofrece de este pueblo tarraconense posee una universalidad atemporal.

 

De la comunidad como suma de individuos

Mientras que Roselló concentra su radiografía en cinco aldeanos (de los casi 4.000 planers que nutren la demografía de Santa Bàrbara), el retrato de Wiseman opta por un formato más fragmentario y anónimo, mucho más caleidoscópico (decenas de personajes dentro y fuera de unas aulas que en 2013 albergaron más de 36.000 estudiantes venidos de todas partes del mundo). Ambas cintas son retratos corales de dos comunidades bien alejadas que funcionan, cada una a su manera, como estudios donde lo etnográfico y lo antropológico se combinan.

El autor de Titicut Follies (1967) no concede el protagonismo a nadie en concreto (por mucho que haya rostros más recurrentes) y se cuida de no interactuar directamente con lo que captura (mantiene una tendencia no intervencionista propia del direct cinema). Por su parte, Se fa saber se construye a partir del seguimiento de cinco personajes carismáticos que actúan como hilos conductores del relato y portavoces de ese grupo social. Veremos al hombre que caza, al hombre que siembra y poda, a la mujer que nos enseña a construir una ratera-trampa… La mirada se detiene curiosa sobre los procesos y las manos que los desarrollan y a veces opta por cerrarse sobre los torsos y vestimentas, que también logran decir mucho sobre los individuos retratados. A ellos se suma de tanto en tanto, con una asombrosa espontaneidad, la directora; fuera de campo pero presente como un ojo activo que observa, participa, dialoga e incluso recibe explicaciones, advertencias, sugerencias… de quienes vemos en el plano. Tampoco elude la mirada de los personajes a la cámara, su consciencia.

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Esta producción catalana, que combina autoproducción y crowdfunding, se rodó casi íntegramente durante el mes de diciembre de 2011. La estructura temporal de la película se corresponde con un día que la ficción sitúa, aproximadamente, entre dos amaneceres y organizada en base a tres partes: “El bando”, “El efecto Santa Bàrbara” y “El ritual de lo habitual”. Por su lado, Wiseman rodó durante un trimestre bajo el paraguas de su propia productora, Zipporah Films, y las cerca de 250 horas de rodaje necesitaron de unos catorce meses en sala de edición para alcanzar una síntesis justa y una estructura fluida. La sensación como espectadores es la de estar realmente asistiendo al discurrir de un curso académico mientras que en Santa Bàrbara pasamos un día, pero bien podría tratarse de toda una estación: la de la caza, la de la poda, la de la recogida de la oliva, la de la despedida del año con el baile tradicional, la de Santa Águeda.

Tanto la película de Wiseman como la de Roselló son fruto de la observación detenida de un pequeño gran mundo y del compromiso con ese tiempo necesario a partir del cual los autores van identificando los centros de acción, las actividades recurrentes y la relación que los personajes mantienen con el espacio que ocupan o por el que transitan. La vida de Santa Bàrbara se concentra en torno al campo, el restaurante del pueblo y la iglesia, y también son centros neurálgicos de la vida de algunos planers y planeras el cementerio, la peluquería, el teatro o los estudios de La Plana Ràdio. La Universidad de Berkeley son sus aulas, sus claustros y sus laboratorios, pero también su campos de césped, su biblioteca y su salón de actos. A un lado los estudiantes agitados por los recientes recortes o aquellos otros más despreocupados; al otro, los profesores comprometidos con la filosofía de la institución, pero también inquietos por cuanto pueda afectar a su estatus, o los directivos que tratan de mediar y hallar soluciones en este complejo y gigantesco contexto. Junto a ellos, Wiseman tampoco se olvida del resto del personal no académico (limpiadores, encargados del césped, vigilantes…), tan claves también para mantener la armonía del lugar.

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Tiempo de encuestas

En un determinado momento de At Berkeley, se hace referencia a una encuesta realizada a estudiantes universitarios en los años sesenta sobre su motivación a la hora de optar por una educación superior. Las contestaciones hacían referencia a la importancia de esta formación para poder descubrir la vida en sus múltiples facetas y por contribuir a abrirle la mente a uno al facilitar una serie de herramientas para dar con tus propias respuestas. Cincuenta años después las respuestas a una encuesta similar entre parecido rango de población apuntan a razones materiales, a la elección o uso de esta institución académica como un simple medio que le permitirá a uno ganarse la vida. El registro de Wiseman, no obstante, se alinea con la vocación de ese espacio como lugar donde se genera conocimiento y donde se intercambian pensamientos, ideas y experiencias punteras; y no solo a través de secuencias aisladas, sino a raíz de la organización que estas van cobrando en el conjunto mediante un montaje muy meditado.

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En un instante del capítulo “El efecto Santa Bàrbara”, en Se fa saber, la directora interviene para preguntar a dos aldeanas mayores sobre el paso del tiempo y sobre su relación con ese espacio. En concreto, les pregunta si ellas soñaban y si se plantearon en algún momento salir del pueblo para conocer otros lugares. Responden que no. El campo y la casa de toda la vida eran y han sido los límites de su mundo. Sin embargo, no parecen sentir que se hayan perdido nada. Hasta cierto punto Santa Bàrbara para ellas es el universo; Santa Bàrbara como el universo y como su universidad, si consideramos que una de las acepciones de este vocablo designa al “conjunto de las cosas creadas”.

En At Berkeley, alguien define la crisis como ese momento en que el Estado deja de funcionar. Sobre unas calles recién despiertas de Santa Bàrbara, en un instante inicial de la película, una voz en off que se proyecta a través de un imaginado megáfono lanza una serie de notas de aviso: el cambio de fecha en la repartición de las bombonas de butano, la posibilidad de comunicar los daños en las fincas particulares a raíz de unas recientes lluvias torrenciales, la convocatoria de la fiesta de fin de año para jubilados y pensionistas… Este ejercicio real de acciones destinadas al bien común, que también veremos reflejado en determinados servicios que proporciona la emisora radiofónica local, nos llevan a pensar, al menos a raíz de lo que hemos podido ver, que el Estado de Santa Bàrbara no está en crisis.

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© Covadonga G. Lahera