Almas condenadas / Scream 4

Craven vs. Craven

 

I. Tres películas marcan la carrera cinematográfica de Wes Craven. La primera sería su debut en la dirección (1)La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, 1972) que, pese a su baja producción, ya deja claro uno de los intereses de Craven: el análisis político y social de su país a través de la crisis de la institución familiar. Esta película se mueve en el contexto post-Woodstock, en una América en la que existe un enfrentamiento radical entre una juventud, que estaba viviendo la muerte de la contracultura, y sus mayores, nacidos en la época del Nuevo Conservadurismo de Eisenhower. El tema seguirá presente en siguientes películas de Craven como Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1977) o Bendición mortal (Deadly Blessing, 1981) y se extenderá a lo largo de su filmografía, pero de manera más velada, sin las explosiones violentas de sus primeros filmes.

Respecto a las otras dos películas, se trata de dos inicios de sendas sagas que convierten a Craven en un director reconocido para el espectador medio. Por un lado, Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, 1984), obra clave en el blockbuster de terror adolescente que creó la icónica figura de Freddy Krueger y originó una serie de seis películas, un spin-off (por llamarlo de alguna manera) y también un remake. De todas ellas, Craven únicamente dirigió la primera y la séptima y colaboró en el guión de la tercera. La saga utiliza el subconsciente como espacio para plantear todo tipo de  pesadillas. El primero de estos filmes se basa en la sugerencia de un terror que se esconde entre las sombras -con un Krueger más fantasmagórico que real-, pero a partir de la segunda entrega la saga se concentraría en explotar la figura del asesino y crear tantas pesadillas exageradas como el presupuesto pudiera permitir, incorporando todo tipo de referencias a la cultura popular. Fue el propio Craven quien llevó la saga más allá con La nueva pesadilla de Wes Craven (Wes Craven’s New Nightmare, 1994), en la que los actores y responsables de la primera película son perseguidos por un Freddy mucho más monstruoso que representa un miedo mucho más profundo y antiguo que el que muestran las películas precedentes.

La segunda saga asociada al nombre de Craven es Scream, hasta ahora una trilogía cuyo planteamiento se construye a partir de la influencia que tiene el cine de terror en las generaciones nacidas tras la explosión del blockbuster. A partir de citas de todo tipo -desde conversaciones alrededor de las películas de terror hasta ideas de puesta en escena que rememoran clásicos del género como La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978) o Viernes 13 (Friday the 13th, Sean S. Cunningham, 1980)- las películas se mueven siempre en un mundo multirreferencial, sin establecer nunca un límite entre la aceptación de esos códigos y la crítica hacia los mismos. Frente a filmes que decepcionan por seguir fielmente los caminos más trillados o bien por vanagloriarse de su originalidad, Scream y sus secuelas se mueven en una ambigüedad que obliga al espectador a preguntarse siempre cuál es la naturaleza de lo que está viendo. Uno de los momentos más memorables de la saga aparece en Scream 3 (2000), cuando un personaje cita una frase pronunciada por Gale Weathers (Courteney Cox): “La cultura pop es la política del siglo XXI”.

En cierta manera, lo que viene a indicar esta frase es lo que ya había señalado Guy Debord: que la evolución del capitalismo había llegado a un punto en el que cualquier forma precedente de pensamiento u organización política estaba sometida a la perversión mediática y económica de nuestro sistema. En Scream 3 la violencia se desata de nuevo cuando un productor trata de hacer una nueva entrega de Stab, la película basada en los acontecimientos acaecidos en  el primer filme, reconvertido en el origen de una saga con autonomía propia. Aquello que nace de la realidad para convertirse en ficción termina volviéndose contra la realidad, idea similar a la que manejaba Craven en Pesadilla en Elm Street donde, para acabar con Freddy, era necesario alcanzar una seguridad en uno mismo que permitiese dejar de tenerle miedo. Scream 3 sucede en Hollywood: un mundo de ficción permanente, con toda su exageración. Wes Craven aprovechó esto para añadir a la saga un toque sobrenatural (siguiendo las reglas de las terceras partes, tal como indica Randy), pero también para atacar al sistema de Hollywood y para hacer explotar alguna que otra casa por Los Ángeles.

 

II. Lo sobrenatural, lo político y lo intertextual han guiado la carrera de Craven desde Scream 3, aunque su trayectoria no haya tenido mucha continuidad. Dos películas en 2005 y dos en 2010. Cuatro películas en once años desde que rodaraScream 3, pero solo dos años de actividad real. En 2005, continuó la línea de la tercera entrega de Scream con la brillante La maldición (Cursed), donde Craven cambia el slasher por las películas de los hombres lobos, sin abandonar Los Ángeles. Personas enfrentadas a hechos sobrenaturales en medio de una trama de competitividad económica y social. Ese trasvase entre lo real y lo fantástico se daba también en la magnífica Vuelo nocturno (Red Eye, 2005), película que transcurría en el interior de un avión (en los EE.UU. post 11-S) y en la que un monstruo real (un terrorista) terminaba transformado en una especie de psycho killer a la manera de un Freddy Krueger o de un Ghostface. Con una enorme brillantez el filme muestra cómo un peligro real se convierte en una pesadilla incontrolable por culpa de la psicología del miedo que nos venden los medios de comunicación. De nuevo el componente metacinematográfico, el sobrenatural y el político se encuentran amalgamados en este filme.

Cinco años después Craven regresa con otro díptico. Por un lado, la cuarta parte de Scream, en la que la línea principal de la saga choca con una nueva generación de protagonistas, de espectadores y de formas de hacer el cine de terror. Losreboots y los remakes de sagas clásicas están en el punto de mira, pero también el torture porn que ha sido puesto de moda por las múltiples entregas de Saw. Si en el cine de terror reciente es habitual la aparición de actores que provienen de series de adolescentes, Craven lleva esta constante al terreno de la broma macabra. Hayden Panettiere (Héroes), Adam Brody (The O.C.), Britt Robertson (Life Unexpected), Erik Knudsen (Jericho), Aimee Teegarden (Friday Night Lights), Lucy Hale (Pequeñas mentirosas) y Shenae Grimes (Sensación de vivir: La nueva generación), además de dos reinas televisivas, en forma de cameo, como Kristen Bell (Veronica Mars) y Anna Paquin (Sangre fresca): toda una colección de estrellas cuya acumulación demuestra que no están ahí por ser quienes realmente son, sino por venir de donde vienen. Ese es el juego de Craven. De hecho, en lo que respecta a sus personajes adolescentes, Scream 4 parece nutrirse de las tramas de series como Pequeñas mentirosasSensación de vivir o Gossip Girl, la reina de todas ellas: historias de instituto donde la progresión social depende del cuidado del aspecto exterior y de la habilidad para manejar los secretos de los demás.

 

III. Almas condenadas (My soul to take) también tiene conexiones directas con la obra de Craven. Su título original proviene de un rezo (2) que los niños anglosajones utilizan para dormir y que la protagonista de Pesadilla en Elm Street evocaba en sus sueños para intentar librarse de Freddy Krueger. No lejos de esa película, Almas condenadas plantea un rígido slasher donde siete niños, nacidos el mismo día, deben enfrentarse a una fuerza sobrenatural que los va matando uno a uno. Mientras Scream 4 funciona por extensión y por acumulación, Craven reduce Almas condenadas a lo mínimo: una introducción y siete muertes. Sin embargo, en los márgenes el director vuelve sobre sus temas habituales: la familia como principal foco de conflicto, de inestabilidad mental y emocional; el instituto como batalla por ganar el reconocimiento social; la aparición de lo sobrenatural como agente enzimático que consigue dar un vuelco a la paz social pactada entre los miembros de una comunidad. El núcleo familiar que se descompone por la aparición de su negativo deformado en Las colinas tienen ojos, la desconexión generacional entre padres e hijos que saca a la luz Pesadilla en Elm Street o el proceso de autoafirmación personal al que Sidney Prescott (Neve Campbell) se somete, tras la aparición del fantasma de su madre, en Scream 3: esos son los mecanismos que suele utilizar Wes Craven para activar el conflicto latente en sus películas.

Al igual que en Pesadilla en Elm Street, los padres de Almas condenadas son los verdaderos culpables de la situación que viven sus hijos, tanto de la amenaza sobrenatural que se cierne sobre ellos como, sobre todo, de los conflictos cotidianos a los que  estos tienen que enfrentarse: los problemas mentales de Adam “Bug” Hellerman (Max Theriot), los abusos físicos que sufre Alex (John Magaro) a manos de su padre, el fanatismo religioso de Penélope (Zena Grey), la inseguridad emocional, escondida tras una falsa capa de perfección, de Brittany (Paula Olszynski) o la actitud violenta y prepotente de Brandon (Nick Lashaway). En cierta manera, todo muy cerca de la célebre frase de Jill Roberts (Emma Roberts) enScream 4: “No quiero amigos, quiero fans”.

Tanto la cuarta entrega de la saga como Almas condenadas viven de esa intertextualidad tan habitual en el último cine de Craven y en la generación de aquellos cuya cultura popular está dominada por el cine. En Almas condenadas esto se evidencia desde su mismo dispositivo narrativo, pero también en la minuciosa construcción de cada personaje: una ficción elaborada a base de otras ficciones. En Scream 4  Craven juega con la idea de una ficción que se mira a sí misma y no deja claro si, lo que en principio parece un enfrentamiento entre una generación responsable (la de los personajes de la trilogía clásica) y una irresponsable (la de los nuevos protagonistas), es realmente un acto de rebelión de la segunda, incapaz de encontrar su sitio en un mundo (en un medio) en el que ya ha sido contado todo.

 

(1) Debut en un cine más convencional ya que, en sus inicios, Craven colaboró y dirigió varias cintas de cine soft-core.

(2) Now I lay me down to sleep, / I pray the Lord my soul to keep, / If I shall die before I wake, / I pray the Lord my soul to take.